cultura

El túnel del tiempo una serie que logró lo imposible

Los que vieron ese programa no podrán olvidar ese embudo a rayas por donde un día Douglas y Tony se perdieron para no volver. Solo el recuerdo puede rescatarlos de esa trampa que ellos mismos se tendieron.

Interés General

19/08/2022 - 00:00hs

El túnel del tiempo fue una de las series más imaginativas de los 60. Duró apenas una temporada: 30 capítulos de una hora. Sus creadores nunca la tomaron muy en serio. Debió competir, en su estreno en Estados Unidos por la cadena ABC, con Tarzán y El agente de Cipol. Sus guionistas y directores eran los que quedaban libres de las otras series de su productor y creador, Irwin Allen, Perdidos en el espacio y Viaje al fondo del mar. El presupuesto nunca alcanzaba, se filmaba cada episodio en cinco días, los guiones se escribían en una semana, y todos estaban disconformes con todo. Todos, salvo los actores que quedaron sin trabajo, respiraron tranquilos cuando al comienzo de la segunda temporada la cadena ABC decidió suspender su contratación.

La serie jugaba con una de las fantasías más arraigadas: saber lo que va a venir, corregir las imperfecciones de lo que fue. En 1960 se había filmado La máquina del tiempo, adaptación de la novela de H. G. Wells que había tenido buen suceso.

En el primer capítulo de la serie se cuenta que en 1968 el gobierno norteamericano lleva a cabo en el desier­to de Arizona una de sus más arriesgadas investigaciones: el “proyecto Tic-Toc”, la primera máquina del tiempo. Se trataba de un túnel en forma de espiral por el cual un día se habían perdido dos aventureros. No se daban demasiadas descripciones sobre cómo funcionaba el túnel, los guionistas de la serie no se habían tomado el trabajo de H. G. Wells, quien describe en su novela una máquina hecha de marfil, níquel y cristal de roca con dos palancas: una llevaba al futuro; la otra, al pasado. Pero ¿en esas minucias quién se detiene? Los tres chiflados, en uno de sus últimos capítulos, con un artefacto indisimulablemente parecido a un lavarropa, conseguían trasladarse a la Antigua Grecia.

Los dos personajes de la serie eran Tony Newman, un científico mujeriego, y el cerebral Douglas Phillips. Primero fue Tony el que se metió en el túnel para demostrarle al gobierno la utilidad de la invención. Fue a parar a la popa del Titanic. Cuando las cosas se complicaban para Tony, aparecía Doug para salvarlo. Así pasaban de un tiempo a otro, del pasado al futuro –y viceversa–, pero nunca regresaban al presente.

El túnel estaba hecho con un cilindro de 2,60 metros de diámetro y recubierto con papeles brillantes. Fotografiado por un lente de gran angular, se conseguía el efecto que acostumbrábamos a ver.

Uno de los capítulos más emotivos es El día que se calló el cielo. En ese episodio Tony va a parar a Pearl Harbor, su pueblo natal, horas antes del ataque japonés. Intenta salvar a su padre, pero el pasado es irremediable. El capítulo termina con Tony llorando junto a su padre moribundo, quien antes de morir se da cuenta de que es su hijo, ya adulto, que ha venido del futuro para acompañarlo.

La aventura ambientada en la guerra de Troya, La venganza de los dioses, se grabó porque contaban con fragmentos sobrantes de una película italiana en la que se había gastado una fortuna en un caballo de madera de más de cien metros de altura. Estos fragmentos fueron comprados a veinte dólares el metro.

Su llegada a la televisión argentina

El túnel del tiempo llegó a la televisión argentina en 1968, a dos años de su estreno en los Estados Unidos. En 1984, cuando la serie pudo verse en colores, descubrimos que la polera de Tony era verde.

El enigma que no ha conseguido descifrarse aún es cómo conocían el idioma de los vikingos, los griegos, los marinos ­españoles o las legiones romanas. Quizá el puertorriqueño de los doblajes sea un idioma universal...

Noticias Relacionadas