El uruguayo símbolo de la caricatura Argentina
Gran dibujante y melómano exquisito, Hermenegildo Sabat dibujó a los personajes más descollantes de la historia reciente de nuestro país.
culturaGran dibujante y melómano exquisito, Hermenegildo Sabat dibujó a los personajes más descollantes de la historia reciente de nuestro país.
16/09/2025 - 00:00hs
Nacido en Montevideo, se mudó a Buenos Aires en 1966, donde se nacionalizó argentino y trabajó desde 1973 en el diario Clarín, poniendo color a la actualidad del país, una actividad que compaginó con otros campos del dibujo y el periodismo. Con gran destreza técnica y dominio plástico, Sábat creó obras destacables por sus detalles fisonómicos realizadas en diversos materiales secos y húmedos sobre lienzo o papel. Plasmó óleo, acrílico, tinta, pastel, gouache, acuarela y grafito en dibujos y pinturas con pluma o pincel, esgrafiado, repujado y collage.
Jacobo Timerman dijo que Sábat había llegado al diario La Opinión con una visión muy escéptica del mundo. Lo cierto es que el dibujante había puesto condiciones. La primera era no usar palabras: a medida que uno conoce las cosas, sostenía Sábat, sabe que no se vive en una utopía. “Yo me resisto a que me cuenten que no pasan las cosas que pasan”, dijo en un reportaje. Sin embargo, pensaba que en esa manera de concebir las cosas no se encontraba tan solo; aunque jamás comprendió cómo, con todos los dramas que ha vivido nuestro país, haya habido tan poca expresión artística.
Su trabajo era interpretar la realidad a diario a partir del dibujo. Cuando empezó a trabajar en periodismo, le molestaba especialmente tener que escuchar a tipos “brillantes” pero que no dibujaban. Y le decían que tenía que hacer un dibujo, pero las ilustraciones que reclamaban los redactores no eran dibujables. Entonces tuvo que aprender a hacer periodismo: hizo una carrera periodística escribiendo y haciendo una cantidad de fotos, sin dibujar, para tener cierta visión de lo que podía hacer un periodista: “Entonces el periodista que hay en mí me decía lo que tenía que dibujar”. Lo cierto es que a Sábat siempre fue perseguido por el fantasma nacido del reclamo de los periodistas de que el caricaturista sea capaz de dibujar hasta lo no dibujable.
Hermenegildo Sábat, un ser esencialmente libre, no se limitó al arte del retrato, sino que también incursionó con maestría en la pintura, la ilustración, el periodismo gráfico, la edición de libros, la fotografía, la música, la escultura e incluso la poesía. Fue precursor en el arte de contar la historia en tiempo real —tan en línea con la instantaneidad actual—, no como una estampa del pasado. Su sentido de la observación se ve reflejado en sus ilustraciones periodísticas, aclamadas por su humor mordaz e inteligente, y en su crítica social.
María Elena Walsh tenía en su despacho en SADAIC una caricatura hecha por Sábat –que Teresa Parodi pidió que se mantenga en ese mismo despacho que ahora ella ocupa-.María Elena Walsh dijo: “Sábat nos enseña a leer imágenes. La rutina no lo petrifica, la precariedad de la impresión lo estimula y entonces cambia de estilo, despista a sus imitadores y se torna más inconfundible”.
Con su sentido del humor austero decía que dormir era lo que mejor hacía y, sin embargo, nadie lo felicitaba por eso. Sábat estaba convencido que su profesión no altera para nada las cosas que pasan y que tener esa ilusión ya es otra forma de locura: “Yo no estoy seguro de que ellos – los políticos- tengan ilusiones de que yo los dibuje. Pero creo que como las formas del poder cambian, uno se puede encontrar con esos tipos que estuvieron o están en el poder”.
Algunas de sus intervenciones artísticas están ubicadas en el pasaje Lima de la Línea A, en Pasteur - Amia de la Línea B y Once -30 de Diciembre y Caseros de la Línea H. No obstante, realizó numerosas exposiciones de dibujo, pintura y fotografía en el país y en el exterior, de las cuales las más notables son sus retrospectivas en el Museo Nacional de Bellas Artes (Buenos Aires, 1997), el Museo Nacional de Artes Visuales (Montevideo, 1998), el Museo de Arte de San Pablo (1984) y el Museo de Arte Moderno de Rio de Janeiro (1997).