Entrevista a Fidel Maguna sobre Rodolfo Walsh
Conversamos con el autor de La pluma en la garganta, un libro que aborda con rigor aspectos poco explorados de uno de nuestros grandes escritores.
culturaConversamos con el autor de La pluma en la garganta, un libro que aborda con rigor aspectos poco explorados de uno de nuestros grandes escritores.
12/08/2024 - 00:00hs
No es una biografía de Rodolfo Walsh, pero permite ahondar en la vida de ese escritor que logró encarnar el pensamiento crítico y la literatura en su expresión más alta. La pluma en la garganta. Rodolfo Walsh, biografismo y poética, es el libro más reciente del escritor rosarino Fidel Maguna, y será presentado por el autor y el prologuista -el poeta y abogado Julián Axat-, en nuestra ciudad el jueves 15 de agosto, a las 19 hs, en la cafetería del teatro Metro -calle 4 e/51 y 53-, en el ciclo El Molino de Pimienta, con entrada libre y gratuita.
—El libro aborda distintas facetas de Walsh, ¿cuál dirías que es el hilo conductor?
—Más que facetas, diría que hay algunas escenas. No creo que una vida pueda articularse en facetas. Ni la de Walsh ni la de nadie. Eso es algo a lo que nos acostumbraron las biografías literarias, “un género perseguido por la sombra de la trivialidad”, dice Saer, “en donde la vida del biografiado parece fluir de atrás hacia adelante”. Creo que justamente en este punto está el hilo conductor de mi texto: en romper la idea de facetas, o de etapas, comunes en las biografías de cualquier autor, pero particularmente frecuentes en el caso de Walsh.
—¿Hay algún poeta que haya influido particularmente en Rodolfo Walsh?. En tal caso, ¿dónde se manifiesta esa influencia?
—Haciendo el libro pude acceder, gracias a Juan José Delaney, a la bibliografía utilizada por Walsh en la época del colegio-internado, y me llamó la atención que estudiaran a los románticos ingleses (en inglés, porque era un colegio bilingüe), y particularmente a Wordsworth, el padre del Romanticismo en Inglaterra.
Walsh nunca lo nombra, pero me pareció interesante (por más que haya sido un poco arbitrario) hacer un paralelismo entre los métodos con los que Wordsworth escribió Baladas Líricas (con ayuda de Coleridge) y los que Walsh usó para hacer Operación Masacre (con ayuda de Enriqueta Muñiz).
—¿Cómo diste con ese poema de Walsh que transcribís en el libro, y cómo describirías su estilo?
—El facsimilar del poema A un benteveo está incluido en la Adenda de Historia de una investigación de Enriqueta Muñiz. Me resultaría muy difícil describirlo en cuanto al estilo. Sí puedo decir que para mí -a diferencia de lo que se dice- tiene relación directa con la escritura de Operación Masacre.
—¿Varió en algo tu mirada sobre Walsh a medida que avanzaste en la investigación?
—Varía todo el tiempo, incluso terminado el libro. No sólo sobre Walsh, sino también sobre nuestra forma de leerlo y de asimilar (o negar) la posibilidades de influencia de su obra.
—¿Cuál es la novedad que te parece aporta tu libro a la vasta bibliografía sobre Walsh?
—Hay una sola novedad que me parece relevante: que se critican públicamente algunas operaciones editoriales hechas sobre su obra, particularmente sobre El violento oficio de escribir y Ese hombre y otros papeles personales. Durante mucho tiempo escuché críticas a estas dos ediciones, pero lamentablemente no se hacían públicas. Y creo que no tiene sentido, en este caso, criticar en privado.
Después hay algunos datos menores, que no sé si son novedades, porque más que descubrimientos son hipótesis, por ejemplo: la influencia de Joyce y de Henry Miller en los relatos “eróticos” que escribe en Cuba, la posibilidad de que A un benteveo tenga relación con Operación Masacre, la influencia de Macedonio Fernández en las dos autobiografías que escribe, la influencia de lo leído en su infancia en el Fahy durante su vida adulta, o la posibilidad de que el famoso “encuentro casual”, en un bar de La Plata, con un desconocido que le dice “Hay un fusilado que vive” sea, ni más ni menos, que una muy vedada referencia al cuento de Borges “Examen de la obra de Herbert Quain”, en el que Borges dice: “Ya aclarado el enigma, hay un párrafo largo y retrospectivo que contiene esta frase: Todos creyeron que el encuentro de los dos jugadores de ajedrez había sido casual. Esa frase deja entender que la solución es errónea. El lector, inquieto, revisa los capítulos pertinentes y descubre otra solución, que es la verdadera”.