Entrevista a Hernán Casciari
Este talentoso escritor y hombre de los escenarios estará presentándose próximamente en el Teatro Coliseo Podestá con la obra La señora que me parió.
culturaEste talentoso escritor y hombre de los escenarios estará presentándose próximamente en el Teatro Coliseo Podestá con la obra La señora que me parió.
12/10/2024 - 00:00hs
Es mercedino, pero considera a La Plata como su segunda ciudad. Aquí tiene parte de su familia y contó por primera vez algunas de sus historias. Chichita –su madre- ha sido su musa en algunos de sus espectáculos más renombrados como “Más respeto que soy tu madre” –con un elenco encabezado por Antonio Gasalla-, y ahora “La señora que me parió”, un espectáculo que va hilvanando distintas historias ligadas a su infancia y adolescencia, originariamente publicadas en libro, y que ha adaptado para ponerlo en escena en compañía de su madre. El espectáculo estará presentándose en el Teatro Coliseo Podestá, el sábado 26 de octubre.
—¿Cómo fue tomando cuerpo la idea de hacer esta obra?
—Es una cosa que hacemos desde hace un montón de años con mi vieja. Es algo que empezó en el año 2016, cuando volví de España. Iba a ser solamente una función para festejar que volvía con mi vieja, con mi hermana y con otros parientes. A la gente le gustó, y lo empezamos a hacer una vez cada tanto, hasta la pandemia, y después se nos ocurrió hacerlo en la Calle Corrientes con marquesinas. Es algo que nos gusta y nos divierte mucho hacer.
Uno de los grandes ejes de la obra es la infancia en un pueblo.
—¿Qué te gusta de la infancia?
—La infancia es un sistema de recuerdos muy esponjoso. Los recuerdos pueden intercambiarse; la realidad y la ficción se mezclan: a veces no sabés si lo que estás recordando te pasó o te lo contó una tía. Y esa mezcolanza hace que sea muy nutritivo para la ficción. Es un muy buen paisaje la infancia para la escenografía de lo que uno cuenta.
—¿Te costó convencer a tu mamá para participar de este proyecto?
—No, a mi vieja hay que convencerla pero para que se baje, no para que suba. Si fuera por ella estaría arriba del escenario todo el tiempo. Siempre quiso ser actriz, su papá no la dejó cuando era chica, porque decía que era una cosa de putas, que se volvía de noche, entonces nunca lo consiguió. Cuando se casó con mi viejo y se fue a vivir a Mercedes, empezó a hacer teatro vocacional. Se notaba que le pegaba muy fuerte. Pero a mi papá tampoco le gustaba mucho que la esposa fuera actriz en un pueblo, entonces lo dejó muy rápidamente. Lo está disfrutando muchísimo ahora.
—Toda la obra está recorrida por el humor, ¿el humor lo necesitás siempre para crear?
—Creo que ni siquiera podría sentarme frente al teclado si no tuviera ese ingrediente. No me pondría a cocinar sin ese ingrediente, no sabría hacerlo. Nunca creo haber escrito más de tres párrafos sin meter un chiste: no sé hacerlo. La verdad es que lo hago de manera inconsciente, creo que es mi manera de mirar el mundo, antes incluso de escribir. Supongo que tiene que ver mi viejo con eso, que era un tipo muy divertido en la mesa chica y muy tímido en la mesa grande. Y con el humor de los tímidos, que es un humor que explota. El humor del tímido es fuertísimo cuando el tímido se suelta, porque está todo el tiempo bullendo hasta que tira algo. Es mucho más divertido el tímido que el extrovertido, porque el extrovertido está todo el tiempo haciendo un chiste, entonces se licúa el chiste en la catarata de verborragia. El tímido es mejor.
—¿Te pasó llamar o acercarte a un escritor para manifestarle tu gratitud de lector?
—Siempre que me pasó eso el escritor estaba muerto. La única vez que conseguí hacerlo fue con un escritor cordobés que se llama Juan Filloy. Yo estaba medio empecinado con su literatura; había leído como 3 o 4 novelas al hilo de él. Todo el tiempo pensé que estaba muerto, porque había leído que había nacido en 1894. Y un día me enteré que estaba vivo. Era 1994, vale decir, estaba cumpliendo 100 años. Y lo fui a visitar a Córdoba. Creo que fue la única vez que le di a un autor muy admirado por mí en ese momento mi agradecimiento. Aunque más que agradecerle, le pedía consejo, porque el viejito tenía 100 años y era tremendamente locuaz y verborrágico.
—¿Por qué razón habría que ir a ver La señora que me parió?
—El Coliseo Podestá es un teatro al que he ido muchas veces y nunca arriba del escenario. Esta va a ser la primera vez. Una de las razones por las que los platenses deberían ir es, primero, para hacerme el aguante, porque es un teatro grande. Ojalá que se llene. Y, segundo, porque voy a estar contando historias con mi mamá y también con mi hermana - que es la asistente de producción- que no te digo que ocurrieron en La Plata, pero que cada vez que fueron contadas por primera vez fueron contadas en La Plata. Y otra razón es que los espectadores se van a divertir y emocionar mucho.