cultura

Historias de ladrones

Personajes que pasaron a la historia por sus fechorías y que fueron a un mismo tiempo admirados y temidos por sus contemporáneos.

Interés General

17/11/2023 - 00:00hs

Los comentaristas de la época nos han dejado amplios detalles de Ghino di Tacco, aquel excéntrico bandido que, en el siglo XIII, con sus cómplices, había ocupado un castillo en el camino entre Siena y Roma, y exigía impuestos a los mercaderes y prelados que por allí transitaban. Se afirmaba que era un “caballero” y que “no había nadie que cayera en sus manos que no partiera contento alabándole y deseándole buena suerte”. Ghino había comenzado su vida como un ladrón, junto con su padre y hermano, ganando fama por sus planes extravagantes para burlar a la República de Siena que estaba decidida a atraparlos y llevarlos ante la justicia.

El bandido de la Toscana utilizaba un procedimiento poco común en su oficio: si un mercader caía prisionero, Ghino le preguntaba amablemente cuánto podía darle. Si el mercader respondía “quinientos ducados”, Ghino se contentaba con trescientos, de modo que su víctima podía invertir y aprovechar los doscientos restantes. Si por casualidad se presentaba un acaudalado y grueso prelado, Ghino se apoderaba de su magnífica mula y le daba a cambio un viejo matalón tambaleante; si la víctima era un pobre estudiante que asistía a la Universidad, Ghino le daba dinero, exhortándole a que se condujera bien y que hiciera progresos en sus estudios.

Ghino di Tacco encontró la muerte combatiendo sin armas contra adversarios que lo traicionaron, y lo despidieron como un verdadero héroe en Roma. Incluso ganó una mención en la obra de Dante, Divina Comedia, en la parte sobre el purgatorio, y en el Decamerón, de Bocaccio.

Giovanni Pascoli, en su célebre poema, consagrado a la Romagna, traza los caracteres típicos de ese distrito y, al recordar al bandido Il Passatore, lo califica de “cortés” y lo menciona junto con los señores que gobernaron la región. De todas sus hazañas, la más recordada es la ocupación de un teatro el 25 de enero de 1851, en Forlimpópoli, al que llegó en el momento en que se estaba representando una escena. Subió al tablado, después de haber rodeado la sala y detenido a los gendarmes que la custodiaban, hizo leer una lista de nombres de gente rica. Estas recibieron la orden de regresar a sus casas, no sin antes llevarle su dinero al excéntrico personaje que los contemplaba desde el escenario. Entre tanto, Il Passatore ordenó a la orquesta que tocara algo bailable: los bandidos empezaron a bailar y se divirtieron hasta medianoche. En total, se marcharon con setecientos escudos, numerosos objetos de oro y piedras preciosas. Il Passatore era muy apreciado en la Romagna, sobre todo entre las mujeres. Su nombre provenía de la ocupación que le habían dado sus padres, que era pasar a las gentes del río en una barca. Desde entonces, se había hecho muy popular socorriendo a los pobres, mientras se mostraba exigente con los ricos.

Se debe al arqueólogo inglés, Flinders Petrie, el hallazgo de la tumba de Amenehmet III, uno de los más famosos príncipes de Egipto, en el campo de pirámides de Giza. Lo curioso es que siguió la pista de los ladrones que habían penetrado hasta allí para saquear el tesoro. Petrie lo negó siempre para dejar intacta su fama de investigador, ya acreditada en famosas exploraciones que le habían permitido hallar, por ejemplo, la ciudad griega de Naucratis, uno de los templos de Ramsés, etc. Durante su carrera egiptológica, Petrie realizó también importantes excavaciones en Palestina, más concretamente en Tell el-Hesi y diez ciudades más, lo que constituyeron las primeras excavaciones científicas en “Tierra Santa”.

En su obra La sombra aterradora del Este, Fernando Ossendowski escribió: “La afición a robar caballos es característica de la nación rusa. Se trata indudablemente de un residuo atávico heredado de sus antepasados, los nómadas mongoles y los finlandeses paganos”. El mismo Código Penal es de muy polémica aplicación en los tribunales rusos, sobre todo en los casos de abigeato. En ese sentido, Ossendowski argumentó: “Todos los nómadas, incluso los temerosos de Dios, como los honrados mongoles de Jalcki, son aventajados cuatreros”.

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