Piden al gobierno de CABA que inicie la vacunación de los niños de 3 a 11 años
El médico Oscar Trotta pidió que comience la distribución de las dosis necesarias.
Con sarcasmo y brillantez, este escritor norteamericano hundió el bisturí en la condición humana, imaginando otros planetas y seres extraterrestres para hablar de este mundo y sus habitantes.
20/10/2021 - 00:39hs
"Creo que estoy tratando de dejar mi cabeza tan limpia como era cuando nací en este dañado planeta. Las cosas que otra gente puso en mi cabeza, en todo caso, no encajan bien entre sí, a menudo son inútiles y horribles, carecen de proporción unas con otras, igual que ocurre fuera de mi cabeza”: para hacer encajar las piezas en su rompecabezas, Kurt Vonnegut se dedicó a escribir.
Nació en Indianápolis el 11 de noviembre de 1922. Pasó por muchas experiencias traumáticas, una de ellas cuando su madre, Edith Lieber Vonnegut, se suicidó en 1944, justamente el Día de la Madre. Luego moriría su hermana, para quien Kurt decía escribir. Pero su vida tuvo un giro dramático cuando fue obligado a participar como soldado en la Segunda Guerra Mundial. Formó parte de la 106° División de Infantería de los Estados Unidos, que intervino en la batalla de las Ardenas. Durante esa ofensiva alemana, quedó aislado de su batallón y deambuló entre las líneas enemigas durante varios días hasta que fue capturado por tropas alemanas el 14 de diciembre de 1944. Como prisionero de guerra presenció los bombardeos de Dresde, esos cuatro ataques aéreos consecutivos que se realizaron entre el 13 y el 15 de febrero de 1945, en los que la Real Fuerza Aérea Británica y el Ejército de los Estados Unidos arrojaron 4.000 toneladas de bombas sobre esa ciudad alemana, matando aproximadamente a 40.000 personas. Los prisioneros de guerra debían trabajar para pagar su mantenimiento y Vonnegut lo hacía en una fábrica de jarabe de malta para mujeres embarazadas. Cuando entró al Ejército pesaba 80 kilos; cuando salió del campamento de prisioneros, había bajado a 60. Veinticinco años después, exorcizó esos fantasmas de su memoria en su novela más famosa, Matadero cinco.
Después de la Segunda Guerra Mundial, Vonnegut no volvió a Indianápolis. Era una ciudad que no tenía nada que darle ni que recibir de él. Finalmente se quedó a vivir en Cape Cod, una península del estado de Massachusetts. Se casó, tuvo tres hijos, y después otros tres, cuando adoptó los de su hermana. Con el tiempo, “todos han dejado de ser niños y se han convertido en alguna otra cosa”. Estaba convencido de que los niños cuando dejan de serlo se convierten en piezas intercambiables de una gran maquinaria.
Una vez el autor de La pianola tuvo una entrevista con el Maharishi Mahesh, el gurú que contaba con la devoción de los Beatles y Mia Farrow, entre otros ricos y famosos. Esta fue su conclusión: “Jesús me gustaba más de lo que jamás me había gustado. Quería ver un crucifijo para poder decirle: ¿Sabes por qué estás ahí arriba? Es por tu culpa. Tendrías que haber practicado la meditación trascendental, que es lo más fácil del mundo. De ese modo hubieras sido un mejor carpintero”. Y agregó: “Ya comprendo por qué a la gente de influencia le puede gustar más Maharishi que Jesús. Porque él les diría que abandonen sus riquezas”.