La ciudad se movilizó por Jorge Julio López

Ayer se cumplieron 10 años de la desaparición del hombre cuyo testimonio fue clave para la condena a reclusión perpetua del expolicía Miguel Etchecolatz. Sin pistas firmes sobre su destino, en una convocatoria plural, activistas y ciudadanos de a pie reclamaron verdad y justicia

La cita estaba fijada para las 16.30 en Plaza Moreno, centro exacto de nuestra ciudad. Lentamente comenzaron a llegar adolescentes, jóvenes, adultos, familias completas, señoras con sus mascotas. Algunos, encolumnados con banderas partidarias; otros, sencillamente con un equipo de mate. Todos estaban allí para repetir una pregunta que lleva diez años sin una respuesta: ¿dónde está Jorge Julio López

Alrededor de las 18, la enorme cantidad de personas agolpadas frente al edificio municipal era sorprendente. La Multisectorial La Plata, Berisso y Ensenada, compuesta por numerosas agrupaciones de izquierda, llenó con el color de sus banderas la calle 12 y comenzó una larga marcha, que se extendió por toda la diagonal 74 hasta Plaza Italia. Los cánticos acompañaron el giro de la columna por avenida 7 y hasta llegar a Plaza San Martín, frente a la sede del gobierno provincial. Con matices, los reclamos eran los mismos: justicia, verdad y aparición con vida de Jorge Julio López.  

Allí estuvieron los manifestantes hasta la caída de la noche, en una expresión que no estuvo exenta de música y performance, y en la que se unieron jóvenes que apenas tenían diez años al momento del hecho, en el 2006, con hombres y mujeres de larga militancia en los derechos humanos. 

Un hombre sencillo

Jorge Julio López nació en 1929 en General Villegas, al noreste de la Provincia de Buenos Aires.  Cuando terminó el servicio militar, que cumplió en Neuquén, su padre dejó el trabajo en el campo y empezó a cuidar casas. Julio López se mudó a la la periferia de La Plata y allí conoció a Irene Savegnago, con quien se casó y tuvo sus dos hijos: Rubén y Gustavo.

Cómo narró uno de sus biógrafos, el periodista Miguel Graziano, en el libro En el cielo nos vemos, López empezó a militar cuando ya era grande. A los 43 años, se acercó a la Unidad Básica Juan Pablo Maestre, instalada en Los Hornos. López quería ayudar y el local quedaba a tres cuadras de su casa. Para el albañil, la militancia y la familia eran mundos separados: casi nunca hablaba de una con la otra.

López era introvertido, parco, pero un trabajador sin descanso. Lo secuestraron por primera vez en su casa, el 27 de octubre de 1976, y lo liberaron el 25 de junio de 1979. Luego se dedicó al oficio de obrero de la construcción. En silencio. Cuando se reabrieron los juicios, sintió que tenía un papel vital que cumplir. Nunca pensó que sería tan triste.

Un testigo vital

Jorge Julio López asistió cada vez que lo llamaron a declarar sobre el accionar de la dictadura militar, iniciada en marzo de 1976, de la que fue víctima. Su testimonio fue un mapa detallado del calvario que soportaban quienes pasaban por los centros clandestinos de detención: primero, en los Juicios por la Verdad y, después de la anulación de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, en las investigaciones preliminares que indagaban sobre los padecimientos en cada centro clandestino. 

El 28 de junio de 2006 se sentó en el estrado y declaró por última vez. Relató que en esos tres años, no solo Miguel Etchecolatz lo torturó en persona, sino también cómo un grupo de represores, en el llamado Pozo de Arana, había fusilado a los militantes peronistas Patricia Dell Orto y su esposo, Ambrosio de Marco.

El 18 de septiembre, cuando debía asistir a los alegatos del juicio contra su verdugo, desapareció. La investigación por su segundo secuestro naufragó entre las dudas iniciales de la Justicia -que investigaba el hecho bajo la hipótesis de “averiguación de paradero”- y las declaraciones irresponsables de dirigentes políticos que sugirieron que López se había extraviado. Los primeros meses, además, los jueces que investigaban mantuvieron a la Policía Bonaerense como fuerza auxiliar en la investigación, cuando los querellantes pedían que se la apartara, porque una de las principales sospechas llevaba a los nexos con el expolicía bonaerense, Etchecolatz.

Desde entonces, casi nada más se supo. En las vísperas de cada aniversario alguna supuesta novedad termina en las mismas vías muertas. Este año, se dijo que un cuerpo aparecido en Córdoba pudo ser el de López. Falsa alarma, como las anteriores. Solo hojarasca.

Cierre del Teatro por la Identidad en Estación Provincial

En una jornada marcada por la agenda de derechos humanos, la agrupación Teatro por la Identidad cerró sus actividades en el Centro Cultural Estación Provincial de 17 y 71 con la presencia de Estela de Carlotto, la titular de Abuelas de Plaza de Mayo, en el auditorio.

Bajo el lema “Hasta encontrar al último nieto”, la iniciativa exhibió una serie de obras teatrales gratuitas desde el jueves pasado en más de diez sedes de nuestra ciudad. El prólogo musical, en el teatro Coliseo Podestá, contó con un recital de la reconocida banda platense, Estelares.

Ayer, desde las 15, hubo una nutrida agenda de espectáculos ante el público de las renovadas instalaciones del tradicional espacio. La obra Okupas del andén, la Orquesta de Cámara Municipal, la Malagüa Fosforescente e Ignacio Montoya Carlotto, nieto recuperado, que tocó frente a su abuela, dijeron presente.

En las palabras expresadas sobre el escenario principal, Estela de Carlotto expresó: “El lema de este año marca una agenda de aquí en adelante: trabajar incansablemente para que todos los nietos vuelvan a encontrarse con su familia”.

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