cultura
La dramática historia de una de las grandes actrices rusas
Alla Nazimova tuvo una vida llena de tribulaciones, debió prostituirse para sobrevivir, per o por su fuerza de voluntad y su talento llegó a ser una estrella de los escenarios.
De niña la apodaban “el oso” por su físico poco agraciado; era regordeta y de aspecto viril. Con el tiempo, transformó su rostro y su figura hasta conseguir que su largo cuello, sus ojos violetas y su voz de arpa irradiaran una fascinación irresistible. Mariam Edez Adelaida Leventon nació en Yalta en 1879 en una caótica familia judía, a su madre le gustaba llamarla “Alla”, de ahí tomó su nombre artístico al que añadió Nazimova por un personaje literario (la heroína de la novela rusa Niños de las calles). Su infancia transcurrió en un ambiente de violencia: cuando sus padres se divorciaron fue entregada a una familia Suiza y allí empezó a mostrar sus inquietudes artísticas. A los siete años comenzó a tomar lecciones de violín, aprendió francés y alemán, pero tuvo que soportar las violaciones continuas de uno de sus hermanos. Posteriormente, su padre volvió a casarse y la llevó a Rusia donde recibió también el maltrato de su madrastra, que no soportaba su aspecto masculino.
A los 16 años comenzó a estudiar en el Teatro de Arte de Moscú bajo la dirección de Konstantin Stanislavsky. Alla se había convertido ya en una joven estilizada y atractiva. Para pagarse los estudios se prostituía en las calles. Una noche vio a unas mujeres que lanzaban octavillas reclamando el sufragio universal. Ese fue su primer contacto con el movimiento feminista; asistió a algunos mítines y conoció a las que luego serían referentes del feminismo y el socialismo.
Decepcionada con Stanislavsky, que se había vuelto conservador, abandonó el Teatro del Arte. Por aquella época se casó con un estudiante llamado Sergei Golovin, para ocultar su apellido judío. Un año después, se incorporó a una compañía con la que hizo una gira por Europa y allí empezó a forjarse su fama como actriz.
En 1905 un grupo de actrices británicas organizó una obra benéfica para costear el traslado de la compañía de Alla a Nueva York. Sus interpretaciones de obras de Chéjov y de Ibsen fueron aclamadas por la crítica estadounidense. Y el número de amistades influyentes iba aumentando, sopranos, periodistas, actrices, empresarias, etc. La traductora y manager de la compañía era Emma Goldman, una anarquista ruso-judía entusiasmada con Alla que, gracias a sus contactos con la prensa neoyorquina, la catapultó como una auténtica estrella. Ambas iniciaron una relación amorosa, que años más tarde rompió Emma debido a las numerosas infidelidades de Alla con otras mujeres, entre ellas la famosa guionista Mercedes De Acosta.
Como actriz, Alla se estaba convirtiendo en un mito, se dice que la rodeaba “una aureola fantasmagórica, revestida de noche y humo, se la veía en todas partes y no estaba en ninguna, como una diosa pagana.” En 1906 firmó contrato con el productor Henry Miller y debutó en Brodway con gran éxito de crítica y público. Su popularidad se mantuvo durante años y siguió brillando en Broadway, pero Nazimova se dio cuenta pronto de la hipocresía estadounidense: se hablaba de libertad pero su sexualidad no era aceptada.
Su debut en el cine mudo fue en 1916. Al año siguiente ya ganaba treinta mil dólares por película. Firmó un contrato con la Metro en el que tenía derecho a elegir guión, protagonista masculino y director. En más de una ocasión impuso a dos amigas lesbianas como guionista y la bailarina y a una de sus amantes, en la dirección o en los decorados. Los filmes que realizaba en su productora Nazimova Productions eran por descontado obras de prestigio, como una adaptación de Casa de Muñecas de Ibsen del año 1922 que se considera perdida o este Salomé (1923) basado en la obra de Oscar Wilde.
Vivió sus últimos años junto a su compañera Doodie, interpretando pequeños papeles de anciana. Murió en California en 1945. Está enterrada en el cementerio Forest Lawn Cypress. La lápida solo dice Nazimova y en su tumba nunca faltan violetas.