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La dramática vida de un gran escritor

Pratolini estuvo por ganar el Nobel en dos ocasiones durante la década de 1950.

Interés General

28/11/2024 - 00:00hs

Su madre murió dando a luz al menor de sus dos hijos. En ese momento, su padre estaba en la guerra y la abuela no podía alimentar a sus dos nietos, así que al bebé se lo quedó el mayordomo del patrón, cuya mujer no podía tener hijos. Vasco vio cómo crecía su hermanito criado como un niño rico (la abuela y él tenían permiso para ir a visitarlo a la casa grande un domingo al mes) hasta que se escapó a Florencia, a rebuscárselas.

Allí aprendió a leer solo, hizo la nocturna, enfermó de tuberculosis, lo mandaron a un sanatorio de montaña, se curó, volvió a Florencia y consiguió trabajo de periodista en la terrible Italia de las camisas negras de Benito Mussolini. Una noche, en un bar, reconoció a su hermano, que lo estaba buscando hacía meses. Vasco lo culpaba desde siempre por la muerte de su madre. El hermano, en cambio, veía a Vasco como el único vínculo que le quedaba en este mundo con la madre muerta y en cierto momento del reencuentro le dice: “Tú eres el único que puede ayudarme a imaginármela viva”.

La Segunda Guerra Mundial había dejado sin trabajo al mayordomo y el hermano de Vasco era para entonces tan pobre como Vasco. Por fin eran iguales. Tan iguales, que el hermano se enfermó igual que Vasco. Pero no tuvo la suerte de Vasco. Murió jovencito. Era enero de 1945. Acababa de terminar la guerra en Italia, pero Pratolini estaba encerrado en un cuarto de pensión redactando Crónica de mi familia, que escribió en menos de un año, en carne viva, en forma de monólogo al hermano muerto.

Crónica de mi familia es una narración autobiográfica (adelantada a la moda de la autoficción y que, por su carácter de testimonio, no conseguía editor interesado); una bellísima carta del autor a su hermano, una historia de soledad, carencia, descubrimiento y unión, que permea el fascismo sin mencionarlo, con un acendrado lirismo. No es menor citar la cruda aclaración preliminar del mismo Pratolini en aquel libro monumental: “Esto no es una obra de ficción. Es un soliloquio del autor con su hermano muerto. Al escribir buscaba consuelo, no otra cosa. Le mortifica pensar que intuyó apenas, y demasiado tarde, la espiritualidad de su hermano. Estas páginas se ofrecen como una estéril expiación”.

El escritor argentino Juan Forn aseguró que por ese libro extraordinario (y por el resto de su obra, pero por ese libro en particular), Pratolini estuvo por ganar el Nobel dos veces a principio de los años ’50. Después, el existencialismo francés destronó al neorrealismo italiano y el rastro de Pratolini se fue perdiendo. Sus últimos libros ni se traducían; hacia 1970 ya era un autor olvidado.

Otro de sus grandes libros es Diario sentimental, en el que narró la amistad con un chico de su edad en aquel sanatorio para tuberculosos. Con él compartía los permisos para caminar por la montaña, preguntándose si la tuberculosis y la guerra en ciernes les permitirían librarse de la virginidad antes de llevárselos. Un día el director los convoca a su oficina y se enteran de que ambos tenían la misma clase de tuberculosis y que existía un tratamiento que, si funcionaba, en menos de un año los curaría (y, si no funcionaba, aceleraría los síntomas). Cuáles son las probabilidades, preguntan ellos. Cincuenta y cincuenta, dice el médico. A partir de entonces se produce un vuelco terrible en su amistad.

Vasco Pratolini murió en Roma, en enero de 1991. Fue, por poco, completamente olvidado. Las necrológicas que anunciaron su muerte tenían todas en común la misma sorpresa ante el hecho de que Pratolini hubiese seguido vivo hasta entonces, sin publicar nada desde 1967. Perteneció, junto a escritores como Italo Calvino y Cesare Pavese, al inicio del neorrealismo italiano. Además de Crónica de mi familia (1947), publicó otras novelas y guiones cinematográficos. Se podrían mencionar los títulos Crónica de pobres amantes (1947), Muchachas de San Frediano (1948), Metello (1955), entre otros numerosos trabajos.

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