Una variación de la tetosterona complica a los hombres con el Covid
Lo señala una investigación que encontró una de las razones de los cuadros graves en el género masculino.
“Hermano, quiero apretarte la mano, ellos nos han separado”, comienza una canción de Virus que da cuenta de un drama familiar vivido durante la última dictadura cívico militar.
24/03/2021 - 00:00hs
La dictadura que se inició el 24 de marzo de 1976 vino a dejar en ruinas a un país, arrancándole el futuro de raíz, haciéndolo retroceder hacia los tiempos de la horda y la ceguera, e imponiendo el terror más desnudo. Robert Louis Stevenson habló de épocas susceptibles de convertirse “en un largo aprendizaje de la degradación”.
La dictadura inaugurada un día como hoy de hace 45 años no solo fue responsable de crímenes que sacudieron “la conciencia del mundo civilizado”, sino que, como dijo Rodolfo Walsh en su carta abierta, tenía su razón de ser en la implementación de una política económica que castigaba “a millones de seres humanos con la miseria planificada”.
Dentro de la metodología de esa maquinaria de Estado que tragaba gente y escupía sus huesos, el rock, según el establishment económico y militar, era un invento de las ideologías foráneas para destruir el espíritu cristiano. No obstante, desde mediados de la década del 60 ya era común que las bandas cayeran bajo la implacable mira policial: las fuerzas de seguridad irrumpían en medio de los recitales, y músicos y asistentes terminaban detenidos en las comisarías, donde, como dijo Miguel Cantilo en una de sus célebres canciones, un “coiffeur de seccional” domesticaba cabelleras.
Hubo una banda que en los principios de los 80 traería nuevos aires al rock argentino, una alegría que volvía a sacar la nariz en las calles, un desenfado que pocos años antes hubiera sido considerado subversivo: Virus.
La música ocupaba un lugar fundamental en la casa de los Moura. La madre, Velia, tocaba el piano y casi todos los hijos cantaban y la acompañaban con algún instrumento. Como muchos jóvenes, Federico Moura, tras un paso fugaz por la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional de La Plata, no pudo sustraerse a la efervescencia provocada por el proceso político que culminaría con el triunfo de Cámpora en 1973.
Según el periodista Darío Marchini en su muy documentado libro No toquen, el futuro líder de Virus tenía una visión contestataria pero apolítica de la realidad: no era un desentendido, pero tenía una concepción más universalista e intuía que la transformación social debía comenzar por el cambio de uno mismo. Por su parte, Marcelo, el menor de los Moura, se limitó al desempeño del cargo de delegado de su división del Colegio Nacional de La Plata durante 1976.
El caso de Jorge Moura fue diferente. Al igual que su hermano Federico, nunca terminó sus estudios de Arquitectura. Descreído de las opciones convencionales que postulaban los partidos políticos, en algún momento de la década del 70 se sumó a las filas del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), donde se lo conocía como el “Sargento Manuel”.
Aquel 8 de marzo de 1977 hacía casi ocho meses que la organización se encontraba virtualmente desmantelada, luego de que su jefe, Mario Roberto Santucho, cayera acribillado a manos de un grupo de tareas del Ejército. Esa mañana fue la última vez que supieron algo de Jorge. Marcelo Moura no olvidaría jamás la mirada final de su hermano, antes de llevárselo de la casa: “Podría escribir un libro entero acerca de todo lo que decía esa mirada. Sé que cuando uno muere no se lleva nada. Yo les puedo asegurar que aun después de muerto conservaré esa mirada”.
Si bien el grupo Virus nació en 1980 con la consigna de insuflar ánimos e intentar la muy difícil tarea de sembrar un poco de alegría en un terreno devastado, nunca propiciaron el olvido ni practicaron la complicidad. Grabaron y tocaban en sus shows Ellos nos han separado, el tema compuesto para Jorge Moura, y en 1982 se negaron a participar en el festival de rock convocado a propósito de la Guerra de Malvinas. La alegría entendida como forma de rebeldía, como sublevación al mando de silencio y tristeza impuesto por el poder.
Como dice Roberto Jacoby, quien escribió varias letras para el grupo: “Si se piensa por un instante que el país estaba saliendo de una dictadura militar, la familia Moura tenía un miembro de la familia, con su mujer y su hijo, desaparecidos, entonces se veía muy raro que se tocara música demasiado alegre y transgresora, pero esa era la idea, la estrategia: en medio de la tragedia, bailar y disfrutar de estar juntos puede ser vivido también como un acto político de tremenda potencia disruptiva”.