En 1973, la escritora hizo un inventario minucioso de sus bienes, desde sus inmuebles hasta las cucharitas.
Cuando Victoria Ocampo tenía 83 años, aún le gustaba manejar su auto, ya sea en Buenos Aires o Mar del Plata; iba al cine y al teatro siempre con su sombrero de anchas alas, leía mucho, y tomaba permanentemente decisiones importantes; por ejemplo, donar algunos de sus bienes a la Unesco. Para eso hizo que su secretaria se abocara febrilmente a hacer el inventario de sus posesiones. No se trataba solamente de reunir sus escrituras de propiedad, sino también de hacer el relevamiento de todas las cosas diseminadas en las distintas casas. Desde pinturas originales a alfombras de Boukara.
El inventario incluyó la enorme correspondencia acumulada en biblioratos. Algunas de esas cartas tenían membrete, como las que le dirigiera Charles de Gaulle. En una carta, Le Corbusier incluía un pequeño dibujo a mano alzada mostrando cómo solucionaría él un problema urbanístico de Buenos Aires; y en otra, Virginia Woolf le agradecía la información sobre esas asombrosas aves americanas, los loros. En total, Ocampo donó tres inmuebles a la Unesco.