cultura

La idea de felicidad en nuestra época

Los tiempos actuales han dado un viraje a la concepción de bienestar que tienen los habitantes de nuestro planeta.

Interés General

05/09/2025 - 00:00hs

No hay sociedad que se piense como lo es: un paso más en ese camino continuado que llamamos historia. Incluso sufren de ese mal tan común de suponer que su época sería distinta de todas las demás. Quizás lo que más termine de definir a una época sea su idea de felicidad: qué significa, en cada momento, ser feliz. Los tiempos actuales han sido muy eficientes en la construcción de su felicidad: los habitantes de los países más ricos y seguros se sienten más felices. Y se acepta que la felicidad puede basarse en la salud personal, un cierto quantum de afecto y la práctica de algún trabajo satisfactorio y bien remunerado. Curiosamente, la idea de felicidad no parece incluir una búsqueda colectiva, sino que emerge como objetivo individualista.

Para Aristóteles, la felicidad es el fin que busca todo ser humano, es decir, el bien es el mayor deseo que guía a todas las acciones humanas.En “Ética a Nicómaco”, el filósofo utiliza el término griego eudemonia (eu= bien, y daimon= espíritu) que puede traducirse como “felicidad”, pero también se le atribuyen los significados de prosperidad, riqueza, buena fortuna, vivir bien y florecer. El alcance de la eudemonia está ligado a lo que dice el filósofo sobre lo que es la felicidad. Para él, las personas le atribuyen diferentes significados, que pueden ir desde acumular riqueza hasta gozar de una buena salud o validar a otras personas.

El sabio griego identifica tres formas de vida que buscan la felicidad. El primero está guiada por el placer en el que la felicidad se encuentra en la satisfacción de los impulsos. Para Aristóteles, esta forma de vida es comparable a la de los animales. La segunda modalidad es la vida política, en la que el individuo busca la felicidad a través de los honores, las grandes hazañas y las riquezas, como si ser feliz dependiera de la aprobación del otro. El tercer punto es la forma más alta de vida, que el filósofo llama contemplativa. En esta modalidad, el individuo actúa de forma puramente racional y entiende que la felicidad es un fin en sí mismo, es decir, no son necesarias herramientas como el dinero o el poder para alcanzarla.

Según Sigmund Freud, la felicidad define un comportamiento que no nos es ajeno ni desconocido. El padre del psicoanálisis definió al ser humano como una figura orientada a la búsqueda del placer continuado. Es un anhelo constante por la gratificación inmediata. Lo que hacemos está guiado por la voluntad de escapar de la sensación de represión que nos genera nuestra sociedad. En ese sentido, escribió: “Lo que llamamos felicidad, en el sentido más estricto, proviene de la satisfacción (preferiblemente repentina) de necesidades que están siendo reprimidas”.

La felicidad, señalaba Freud, proviene de la satisfacción de nuestras necesidades ignoradas o no atendidas. A esta conducta la definió como principio del placer y, si lo pensamos bien, sirve de espejo para muchas de las conductas que observamos en la actualidad. Buscar la satisfacción y el refuerzo de dopamina es una constante en buena parte de nuestra población.

Lo cierto es que el principio del placer nos invita a experimentar un sentimiento muy breve y puntual de satisfacción. Somos esa sociedad que no sabe (o no puede) retrasar o sacrificar su necesidad de gratificación inmediata para poder obtener recompensas más duraderas a largo plazo. Lo que deseamos lo debemos lograr aquí y ahora y en caso contrario, surge el malestar. Las personas únicamente buscan dos cosas: evitar el sufrimiento y lograr a toda costa alguna manera de alcanzar lo placentero. Esto, que nos puede parecer rudimentario y elemental, define una parte amplia de las conductas de las personas. Pensemos que el placer lo conseguimos con cosas tan simples como al saciar el hambre, al atender nuestras necesidades de filiación o al obtener determinados recursos materiales.

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