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Las ráfagas pueden llegar a alcanzar los 110 kilómetros por hora.
De acuerdo a un reciente estudio, estos cuerpos astrales deberían pasar a menos de quince kilómetros por segundo para poder transmitir los elementos fundamentales de la vida.
21/11/2023 - 00:00hs
La vida, tal y como la conocemos en la Tierra, podría proceder de fuera del planeta, quizás de nuestro Sistema Solar, quizás de la Vía Láctea, tal y como muchos expertos aseguran. Ahora, gracias a una reciente investigación, podemos adentrarnos un poco más en una extraordinaria teoría que confirmaría que todos somos hijos del cosmos. Richard Anslow, autor principal del estudio publicado en la revista Proceedings of the Royal Society A, explica cómo es posible que la vida, o al menos los elementos fundamentales para que esta se desarrolle, pueda proceder de un cometa que surca el espacio exterior.
La investigación afirma que para que estos cometas puedan “hacer entrega” de esos bloques fundamentales para la vida, su velocidad debe ser inferior a los 15 kilómetros por segundo, ya que de lo contrario las partículas no resistirían ni la temperatura ni la velocidad del impacto. El estudio asegura que los lugares más probables para que ocurra esta entrega de vida son aquellos sistemas planetarios en los que la distancia entre planetas no es grande. En este escenario, el cometa podría ir “rebotando” de la órbita de un planeta a la órbita de otro, decelerando en su camino y posibilitando que la vida pueda ser creada en algunos de estos rincones del cosmos.
Fueron necesarios muchos modelos informáticos y análisis exhaustivos para poder conocer en qué tipo de planetas la vida podría abrirse paso, tal y como sucedió en la Tierra. Los investigadores afirman que los planetas que orbitan una estrella como el Sol deben tener una masa baja y estar cerca de otros planetas. Sin embargo, planetas alrededor de enanas rojas tendrán más complicado tener las condiciones necesarias para la vida, debido a que los impactos se producirían a mayor velocidad.
De esta manera, los científicos tienen nuevas maneras de comprender el origen de la vida, y nuevos métodos para poder investigar en lejanos exoplanetas si es posible que estos ya contengan los bloques fundamentales para dar origen a, quién sabe, especies como la nuestra.