En el marco de la progresiva desaparición de las disquerías, los leales representantes del oficio levantan la bandera de la pasión melómana. “Es como un club, un lugar para compartir”, afirman.
Si bien cada vez se cuentan menos disquerías en nuestra ciudad, el oficio del disquero no parece completamente extinto. Empujado por la recuperación del formato vinilo y la avidez de algunos jóvenes inquietos, atraviesa un período de transformación aguijoneado por la virtualidad y los vaivenes de nuestra economía. “Obviamente, la realidad es absoluta: en La Plata, durante los 80 y parte de los 90, han llegado a convivir más de veinte disquerías.Pero me niego a que se trate de una cuestión de nostalgia: creo que es más bien una cuestión económica. A cualquier persona, si le das la oportunidad para comprar a un precio razonable, va a elegir el objeto”, dijo Leonardo Adrián Negrelli.
Desde las diferentes filiales de Génesis hasta La Vitrola, pasando por cada uno de los locales que abastecieron de música a los platenses durante décadas, las disquerías siempre se sostuvieron por un pacto que excede la mera idea del consumo. Se trata de un punto de encuentro donde el disquero, como maestro de ceremonias, es capaz de guiar a los clientes por la estela que deja cada uno sobre su propio gusto. “Para ser un buen disquero, las dos cosas más importantes son la memoria y el oído. De muchas personas no sabemos los nombres, pero sabemos lo que compra. Así, en nuestro WhatsApp, los bautizamos con ese nombre y apellido: si sos Martín y compraste Wilco, sos Martín Wilco. Tenemos una atención muy pregnante alrededor de qué es lo que le gusta a cada cliente. Hace que cada persona se sienta valorada”, dijo Cristian Carracedo, de La Disquería.
En cuanto al oído, se refirieron menos al oído musical que a la capacidad de integrar a cada cliente al ecosistema de cada disquería. Un espacio donde, a diferencia de una panadería, no se entra y sale: se puede permanecer. “Es importante escuchar, como la cualidad de un psicólogo”, explicó Carracedo. “Al cliente de una disquería le gusta ser tenido en cuenta, no solo desde lo que compra, sino desde la situación casi de club que se crea. Algo lindo que siempre pasó acá es que se instaló como un lugar para compartir, a diferencia de algunas disquerías de capital, donde parece más importante competir”.
En el marco de la hegemonía de Spotify, los disqueros relativizan algunos datos. Por ejemplo: contrariamente a lo que se supone, una parte importante de su clientela son los jóvenes menores de 21 años. “Viene gente de todas las edades”, contó Negrelli. “Desde tipos de sesenta que añoraban revolver vinilos, hasta los jóvenes que se sorprenden con la carátula de un disco que siempre vieron en JPG. Pero el gran mercado está acaparado por consumidores sub-20 a la búsqueda de sus artistas contemporáneos, como Billie Eilish, Ariana Grande, Taylor Swift, los desprendimientos de One Direction y la movida K-pop”.
El común denominador, para todos, es la pasión. Desde cada uno de los clientes hasta el propio disquero. “Un disquero no puede arrancar de otro lado que no sea la pasión por la música”, explicaron. “Además de los discos, la gente viene a traer su experiencia personal. Todas esas charlas, todas esas anécdotas, son para compartir el lugar que ocupa la música en la vida de cada uno”.