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Peter Sellers uno de los actores más raros de la historia del cine

Nunca ganó un Oscar, pero fue premiado por las risas de los espectadores de todo el mundo que lo hicieron un emblema de las comedias cinematográficas de todos los tiempos.

Interés General

20/05/2023 - 00:00hs

Peter Sellers llegó a la cúspide de su fama en nuestro país con La fiesta inolvidable, de 1968, pero esa fue la película número 39 de este actor inglés nacido el 8 de septiembre de 1925 y que murió un mes antes de cumplir los 55 años.

Hay quien dice que era alguien tan extraño como los personajes que solía encarnar en el cine: era un excéntrico coleccionista de todo tipo de objetos mecánicos. Tenía una afición enfermiza por los automóviles, llegó a cambiar 300 veces de modelo. Cultivaba también una manía muy difícil de explicar: había armado un museo vivo de ruidos y voces. Tenía un estudio de grabación en su casa de las afueras de Londres para montar y clasificar las miles de horas de cintas donde habitualmente recogía todo tipo de conversaciones y sonidos de la vida cotidiana. Como si hubiera una sinfonía que solo se puede descubrir si se juntan los infinitos sonidos desperdigados por el mundo. Se dice que cuando actuó en El Bobo, una película en la que hace de un torero fracasado que intenta suerte como cantante, persiguió al director, Robert Parrish, para convencerlo que incorporara los sonidos de plaza de toros que tenía como parte de su interminable arsenal sonoro. Esta compulsión de coleccionar toda clase de sonidos incidentales, la contrajo en los años que hacía The Goon Show, un desopilante programa de radio que tuvo record de audiencia en la BBC de Londres, durante los primeros años de la década del 50.

Durante la Segunda Guerra Mundial, con apenas 15 años, tuvo que abandonar los estudios al ser reclutado por la Real Fuerza Aérea Británica. Por las noches, se robaba diversos uniformes de oficiales y comodoros de la Fuerza, se pegaba unos improvisados bigotes y entraba en las cantinas de suboficiales a contar a sus “subordinados” anécdotas de hazañas apócrifas.

Su primer papel cinematográfico fue en Penny Points to Paradise, de 1951; pero fue cuatro años después, con El quinteto de la muerte, que muestra ese humor negro capaz de rayar en lo siniestro y que constituye ese estilo inconfundiblemente suyo. A mediados de la década del sesenta, con su estrella en indetenible ascenso y éxitos cinematográficos de la talla de la Pantera Rosa y Dr Insólito, comenzó a hacer shows televisivos, grabar discos, lanzarse a una maratón de matrimonios, sufrir cuatro paros cardíacos y filmar ininterrumpidamente, poniéndose en la piel de numerosos personajes, despertando cada mañana sin saber quién es realmente, al punto de declarar: “Carezco de eso que llaman personalidad. No tengo nada que proyectar. Soy nadie. Si usted me pidiera que interpretara a Peter Sellers, realmente no sabría qué hacer. Trabajo tanto que, por suerte, tengo que ser Sellers muy pocos momentos en el año”.

En 1965, fue dirigido por Woody Allen en su primera película: ¿Qué tal, Pussycat?, en la que Peter Sellers, dando vida a las fantasías freudianas de Allen, encarna a un psicoanalista austríaco. Fue una película que no dejó satisfechos a ninguno de los dos, pese a ser un éxito de taquilla.

Sin duda, el personaje cinematográfico al que regresó en más películas es el Inspector Jacques Clouseau, el detective atolondrado cuyas pesquisas siempre derrapan en el ridículo, y que aparece en toda las películas de la saga de la Pantera Rosa, dirigidas por Blake Edwards. El director tuvo la lúgubre idea de filmar, dos años después de la muerte de Peter Sellers, La búsqueda de la pantera rosa, montando viejas secuencias no utilizadas de otros films. Por si fuera poco innoble lo hecho, al presentar la película no dudó en difamar al actor muerto: “Supe que tenía un psicótico entre manos el primer día que lo vi. Hemos peleado tanto que no podría decir cuándo nos llevamos bien. Me causó tantos problemas y angustias en mis últimas películas con sus locuras y caprichos que yo solo ansiaba la llegada de mi propio ataque de locura para llegar al set y poder asesinarlo”. La andanada de improperios no se detiene allí, dice que recién ahora puede respirar aliviado: “Juré que no volvería a hacer otro film de Clouseau hasta que Sellers estuviera muerto. Esta es la primera vez que puedo trabajar con este personaje con tranquilidad”. Hay acusaciones que, en lugar de rozar al acusado, muestran de cuerpo entero al acusador. La despedida cinematográfica de Peter Sellers estaría a la altura de su talento: Desde el jardín. Con la composición de un personaje –Gardiner–, absolutamente inolvidable.

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