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En pocos países como Argentina el psicoanálisis echó tan hondas raíces. Se calcula que hay 194 profesionales de esa especialidad por cada 100.000 habitantes.
06/11/2024 - 00:00hs
"Nací en el año 1856, en Freiberg (Moravia) pequeña ciudad de la actual Checoslovaquia. Mis padres eran judíos, confesión a la que continúo perteneciendo”, escribió Sigmund Freud en su autobiografía. Cuando Sigmund nace, su padre, Jakob Freud, comerciante en lanas, tiene 41 años; su madre, Amalia, 21. En 1859 la familia Freud, semiarruinada por la crisis económica, acentuada por la guerra austro-italiana, se decide a emigrar. Se instalan en Viena. En sus años juveniles no siente predilección por la actividad médica –tampoco la sentirá después-: “Lo que me dominaba era una especie de curiosidad relativa más bien a las circunstancias humanas que a los objetos naturales, y que no había reconocido aún la observación como el medio principal de satisfacerse”. En 1872 la lectura de un ensayo de Goethe, La Naturaleza, lo decide a ser médico, abandonando sus deseos anteriores de estudiar leyes.
En la Universidad experimentó el antisemitismo: “Pero estas primeras impresiones universitarias tuvieron la consecuencia importantísima de acostumbrarme desde un principio a figurar en las filas de la oposición y fuera de la mayoría compacta, dotándome de una cierta independencia de juicio”. En abril 1882 conoció a Martha Bernays y se comprometieron secretamente. Para poder sostener económicamente al matrimonio, renunció a la investigación pura y se dedica a la medicina práctica. El 7 de enero de 1884, Sigmund Freud le escribe a Marta: “Hoy ordené por fin mis casos clínicos e inicié el estudio de una crisis nerviosa. Así comienza una nueva era”.
Investiga las propiedades energéticas y antidepresivas de la cocaína, cuyos efectos comprueba sobre sí mismo. Atiende a un amigo con inyecciones de cocaína y le provoca una intoxicación muy grave. Destruye todas las notas y la correspondencia de los últimos 14 años. Parte para París y comienza su estadía en el hospital de la Salpetriere en el servicio de Charcot: “Charcot es uno de los médicos más grandes que han existido, un hombre cuyo sentido común raya en el genio, está, sencillamente, destruyendo todos mis objetivos y opiniones. A veces salgo de sus clases como de Notre Dame, con una idea totalmente nueva de lo que es la perfección, pero me deja exhausto. Después de estar con él se me quita todo deseo de trabajar en mis tonterías”.
Cuando regresa a Viena en 1886 se casa con Marta. Y es nombrado miembro de la Sociedad Médica de Viena. Abandona progresivamente la hipnosis y el método catártico. Confirma la teoría del sueño como realización del deseo. En 1896 utiliza por primera vez la palabra “psicoanálisis”, en un artículo para una revista científica.
Las concepciones sexuales de Freud son tomadas por la Sociedad de Psiquiatría y Neurología de Viena como “un cuento de hadas científico”. Él no se siente intimidado por el rechazo académico, comienza un autoanálisis sistemático: “El principal paciente que me ocupa soy yo. Este análisis es más difícil que ningún otro y es también el que me priva de la energía psíquica necesaria para anotar y comunicar cuanto he aprendido hasta ahora”. Nunca se reconcilió con sus contemporáneos. Esa animosidad se acentuó cuando vio el apoyo popular que tuvo Hitler en su ascenso al poder en 1933. Los libros de Freud son quemados en Berlín; entonces dijo: “El mundo se transforma en una enorme prisión. Alemania es la peor de sus celdas”.
Estaba seguro de que el psicoanálisis ganaría la batalla después de su muerte. No se equivocó. Murió en Londres el 23 de septiembre de 1939. Pensaba que algún día, en el frente de su casa, se pondría una placa de mármol: “En esta casa, el 24 de julio de 1895, el secreto de los sueños fue revelado”.