cultura

Un grupo de artistas platenses que nació en medio de la crisis

Escombros es un grupo de artistas de nuestra ciudad que se abocó a la crítica social entrelazando la memoria histórica y las artes visuales.

Interés General

04/03/2025 - 00:00hs

En 1989 —año que marcó el comienzo de la era menemista— se produjo una convocatoria en La Plata bajo el nombre La Ciudad del Arte. Allí, un grupo, Escombros, artistas de lo que queda, produjo una obra que llamaron Sutura —una hendidura hecha en la tierra seca que luego se procuraba “suturar”—, con un registro fotográfico que se constituiría en su seña de identidad. La obra duró solo veinticuatro horas, un registro fotográfico le permitió perdurar.

En esa misma muestra, el artista platense Edgardo Vigo había exhibido Sembrar la memoria para que no crezca el olvido, una obra que se alzaba como un desafío en tiempos de amnesia colectiva impuesta por las leyes de punto final, obediencia debida, y los indultos que se dictarían apenas un año después. Vigo había presentado esa obra en 1983 —en compañía de Madres de Plaza de Mayo—, en la Facultad de Bellas Artes, invitado por la comisión de cultura del Centro de Estudiantes, bajo el título 30.000 semillas de amor.

Las acciones del grupo Escombros tenían mucho de ceremonia de purificación, de ritual contra la desmemoria y el cinismo, hilos que tensaban la trama del tejido de la memoria histórica. El acta de nacimiento del grupo puede extenderse el 9 de julio de 1988, y el núcleo fundacional estaba conformado por Luis Pazos, Héctor Puppo, Raúl García Luna, Jorge Puppo (quien realiza todos los registros fotográficos), Angélica Converti, Oscar Plasencia, Claudia Puppo, Mónica Rajneri, Horacio D’ Alessandro, David Edward, Héctor Ochoa, Juan Carlos Romero y Teresa Volco. Los años traerían algunos desprendimientos y se irían convocando a numerosos artistas invitados para la realización de las diferentes propuestas.

Las obras del grupo Escombros tienen un discurso visual fácilmente identificable, abierto a la experimentación y a los saludables riesgos de la libertad. Los más diversos materiales con el combustible de su creación: fotografías, videos, escenas performativas, postales, textos, situaciones teatrales.

Su motor es la acción colectiva, y su lenguaje una enmarañada tela de voces, conceptos y miradas para lograr una apropiación creativa del espacio colectivo. Salen a la calle para decir: la derrota no es el final porque no impide seguir creando. En La estética de lo roto, el grupo sostiene: “El mundo es un abismo y el artista crea mientras cae”.

No iban en busca de un público especializado, sino que querían sacudir la conciencia colectiva. Su galería de arte era el espacio público. Allí, en la calle, en el contacto directo con la gente, sus obras florecían. Su preferencia pasaba por las fábricas vacías, los lugares abandonados, erosionados por el descuido, condenados al yuyal y al olvido. En su primera obra, titulada Grafitti, a manera de declaración de principios, sostenían: “Somos artistas de lo que queda. Nos sorprende seguir vivos cada mañana, sentir sed e imaginar el agua”.

El 9 de diciembre de 1989 hicieron una convocatoria en la Cantera de Hernández: “En un paisaje casi lunar, de tierra desbastada, donde la vegetación no crecerá jamás, Escombros fundará la Ciudad del Arte. Un lugar con el plano semejante al de una ciudad, para que expongan artistas representantes de las distintas corrientes del arte en la actualidad”. Así decían en la hoja impresa repartida en la oportunidad.

Uno de sus miembros, Juan Carlos Romero, ampliaría: “Queremos recrear el espíritu alegre del hombre, provocar al animal dormido y despertarlo para construir el futuro, ese futuro que para nosotros es hoy y lo vamos a construir con la única esperanza de romper el molde del arte caduco que alberga su destino en las cajas de la seguridad bancaria”.

Tuvieron un fuerte sentido de pertenencia con nuestra ciudad, eran parte ineludible de nuestro paisaje social, de las relaciones con nuestro entorno inmediato. Alguien supo ver en ellos el carácter de “mediadores entre la ciudadanía y alguna instancia de poder formalizada o no en instituciones” (De Rueda, 2003). No eran los “escombros” de una ruina, sino de un tiempo por construirse.

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