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Una de las mayores bailarinas y coreógrafas de todos los tiempos

Marié Sallé fue la primera mujer armó todos los detalles de los espectaculares en los que ella danzó de manera sublime.

El ballet, al igual que el resto de las disciplinas artística, tuvo importantes momentos para definirse como lenguaje académico y escénico. En ese sentido, diversas mujeres contribuyeron de manera notable a su crecimiento. Entre las figuras importantes que habrían de definir los cambios durante este siglo, merece especial atención la bailarina y coreógrafa Marie Sallé.

En 1938, la historiadora de danza, Lillian Moore, en su libro Artistsof the Dance (Artistas de la danza) comenzaba su capítulo dedicado a Marie Sallé con la siguiente afirmación:” Marie Sallé fue más que una bailarina; fue una gran artista creativa. Ella fue la primera persona que, de forma consciente, intentó armonizar el décor (los decorados), los trajes, la música, el gesto y, de hecho, la misma forma de bailar con el tema expresado en un ballet. Fue también la primera danseuse que diseñó la coreografía de las obras en las que aparecía. Saint-Léon, en su La Stenochorèographie, la menciona como una de las más grandes coreógrafas de todos los tiempos”.

Marié Sallé nació en 1707, descendiente de una familia de actores y bailarines. Debutó a los 9 años en el Lincoln's Inn Fields Theatre de Londres. Se trata de la primera mujer en coreografiar los ballets en los que apareció y se anticipó a las reformas de finales del siglo XVIII de Jean-Georges Noverre al integrar la música, el vestuario y los estilos de danza de sus ballets con sus temas. Tras sus apariciones infantiles en Inglaterra, Sallé estudió con Françoise Prévost , quien patrocinó su debut en la Ópera de París en 1721. Ya en 1729, ella y su pareja bailaron sin máscaras para permitir el juego de expresiones faciales cuando aparecieron juntas en el pas de deux Les Caractères de la danse . Rival de Marie Camargo , que también bailó en la Ópera de París, Sallé alcanzó su mayor éxito en Londres, donde, en 1734, creó el solo Les Caractères de l'amour y un ballet , Bacchus and Ariadne, que reveló su poder como actriz trágica.

La importancia de esta artista en el contexto de su época no puede ser pasada por alto, así el filósofo Voltaire realizó un loa a la artista y a su contemporánea Maria Camargo (1710-1770), recogida por Ivor Guest en su libro Le Ballet de L’Opéra de Paris (1976) en estos términos: «¡Ah, Camargo, que es usted brillante!/ Pero, grandes dioses, ¡Sallé es extraordinaria!/ ¡Que sus pasos son ligeros y que los suyos son dulces!/ Ella es inimitable y usted es novedosa:/ Las ninfas saltan como usted/ Mas las Gracias danzan como ella».

Si bien Sallé no fue la primera mujer capaz de poner sus ideas en obras, sí fue pionera de la que tenemos constancia histórica y artística; reflejadas en el hecho de que la artista inauguraría una constante en la historia de las mujeres creadoras en danza, al dejar un punto de vista femenino sobre un tema clásico. Cuando Leigh-Foster recoge en su análisis de esta obra tres interpretaciones coreográficas diferentes –la de Sallé, la de Louis Millon en 1799 y la de Arthur Saint-Léon en 1847– la académica confirma algo que es inherente al arte mismo de la danza y su desarrollo:” Cada decisión de cada coreógrafo articula algún aspecto de identidad corporal, individual, de género y social. Estas decisiones coreográficas constituyen una teorización sobre la encarnación –cómo los cuerpos se expresan y se interrelacionan en un momento cultural determinado”.

La liberación que Marie Sallé introdujo con respecto al vestuario que había sido impuesto en su época y que limitaba el movimiento expresivo de forma importante, hizo que la bailarina adoptara una forma de baile totalmente innovadora. Vale decir, abrió nuevos caminos para otras mujeres creadoras que podrían seguir su senda y continuar explorando nuevas formas de expresión dentro del arte coreográfico.

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