Así exprimieron a los productores

La ciudad bonaerense de San Pedro fue famosa por sus producciones de naranjas y duraznos, pero desde mediados de los ’90 esa base económica se fue desmontando igual que los pequeños campos familiares. Las políticas del gobierno K profundizaron la crisis y pusieron a los citricultores en jaque

Al norte de la Provincia y a la vera de la ruta 9, a 243 kilómetros de La Plata, el sector agropecuario (eje del desarrollo de la producción y del empleo) sobrevive a los ponchazos. Paradoja argentina, en una tierra caracterizada por su fertilidad para extender sobre la misma diferentes cultivos, hoy está en un hastío muy grande.

Pero la fruticultura, bandera socioeconómica sanpedrina, quedó “a media asta” a mediados de los ‘90, con una debacle lenta pero segura de sus productores y su mano de obra. La política del kirchnerismo con el cepo, el retraso cambiario, la política impositiva regresiva que castiga a los que producen y las trabas para exportar dieron la estocada final. Según las averiguaciones hechas por Hoy, son los más expertos en la citricultura quienes continúan, pero la adversidad llevó a que la mayoría levante sus montes y los arrende. En una ciudad como San Pedro, donde las extensiones de campo no son tan amplias sino parcelas pequeñas (un promedio entre 20 y 50 hectáreas por cada campo, a tono para la administración tipo familiar) muchísimos productores quedaron endeudados con los bancos.

Fue el sistema financiero y las faltas de ideas políticas certeras la que tornaron su estilo de vida en algo prácticamente imposible de desarrollar actualmente. 

Raúl Víctores (61), presidente de Sociedad Rural San Pedro, describió el panorama como “patético” en lo que no hace mucho era “La Perla del Paraná”. El ruralista con tres décadas en el sector, aseguró a nuestro diario: “La citricultura ha desaparecido; la zona de Gobernador Castro, hace un mes y medio, terminó de tener el golpe de gracia, al terminar de regalarse el último monte” (hace mención a los Batalla, ver más abajo).

Víctores precisó que “cinco o seis productores son los que soportaron el embate feroz, y dos de ellos son los que exportan; por un lado, los hijos de los descendientes de la vieja firma Gomila, que pasó por las mil y una; y la firma del señor Morresi. Después, quedaron todos productores chicos” en la lucha del mercado interno.

Algún tiempo atrás, en plena temporada, por cosecha llegaban a contarse entre 4 mil y 7 mil jornaleros diarios, generando esto un impacto social con la migración de gente del norte de Entre Ríos, que se radicaba en San Pedro. Pero a partir de la siembra directa mucha mano de obra se fue reconvirtiendo. 

La inseguridad también conspira

“Trabajé con norteños, pero ahora los de allá te dicen que tienen planes y no vienen más. Y para la producción que hay, alcanzaría la gente de acá”, cuenta Reynaldo Bianchini (76), un productor que compara las épocas y aporta al periodista de Hoy el tema de la inseguridad: “renegaba porque, aunque insignificante, me robaron las baterías de una camioneta y de dos tractores”. Antes de eso, la caída había sido peor para él. A su pequeña empresa le habían prendado las herramientas de trabajo. “Años malos, cuando no se pudo pagar, nos vino un juicio. Al cabo de los años se me aparecieron 6 camionetas de Gendarmería y se llevaron las herramientas. Las recuperé hace 15 días, luego de haberlas pagado hace 4 meses. Uno se acostumbró a fuerza de pelear, pero hay gente que no soporta eso, y se enferma. ¿Qué hacemos, fomentamos la vagancia?”, reflexiona el veterano productor sanpedrino. 

De cara al futuro y con el acoso de la desocupación, los últimos intendentes K trataron de absorber la mano de obra desocupada con una política de turismo. Pero el árbol no debería tapar el bosque. La preocupación de la filial San Pedro de Federación Agraria, con su presidente Ariel Alvarez,  dice que los están empujando cada vez más al abandono de la actividad: “debido a las pésimas políticas del Gobierno, cuando dicen que quieren cuidar el mercado interno y la mesa de los argentinos, y lo que terminan haciendo es que los consumidores paguen cada vez más caro y los productores cobremos cada vez menos, a estos precios es imposible cubrir los costos que tenemos”.

Olor a frutas y a desocupación

Gobernador Castro pertenece al partido de San Pedro (está a 25 km del casco). Netamente rural, con 4 mil habitantes, su vida está basada en la fruticultura. Una vida extremadamente sencilla y con un aire a frutales en sus calles de tierra. Pero la única salida para los jóvenes, ante esta crisis del campo, está cada vez más complicada y en los últimos tiempos tomaron nuevos horizontes lejos de este “paraíso”. “Los viejos seguimos, pero los jóvenes se van”, resumió un chacarero.

Aquí, como en Río Tala (3 mil habitantes), las montes de naranjas continuaron desapareciendo. Y “no es como la soja, que este año no sembrás y a otra cosa, si paraste un año sin atenderlos, perdiste el trabajo de 20 años, por el proceso de cura o la poda para el durazno”,  se lamentaban en un galpón de empaque.

Haciendo leña

La crisis tiene números y crudas realidades. De las 17 mil hectáreas de monte (cítrico y carozo), San Pedro hoy araña las 7 mil.

Un ejemplo del ocaso es aquel productor de naranjas que en julio decidió desprenderse del legado familiar. Juan Batalla (34), quien en 2013 quedó al frente de la empresa tras la muerte de su padre, ya desmonta las 20 hectáreas (8 mil plantas) con la intención de vender el predio y también venderlo como leña. "Los impuestos siguen llegando, las deudas crecen, los costos son excesivos y tenía que tomar una decisión", dijo. Ya le ofreció el campo al Municipio y a varios políticos regionales, a cambio de impuestos. 

“Mi viejo plantó cada una de estas plantas pensando que se aseguraba su jubilación y nos dejaba un capital para el futuro. El ya no está, pero creo que entendería lo que hago”.