La caída del poder adquisitivo y sus consecuencias

Cómo la crisis modificó los hábitos de consumo

Ante la caída del poder adquisitivo y la consecuente disminución en la capacidad de compra, los ciudadanos cambiaron drásticamente la distribución de sus gastos, creciendo las ventas tanto de los productos sueltos como de las segundas y terceras marcas. La opinión de los especialistas

El creciente ritmo inflacionario, la merma en el poder adquisitivo y los tarifazos en los servicios públicos provocaron cambios profundos en el estilo de vida de los argentinos, sobre todo en los sectores más vulnerables de la sociedad, que sufrieron modificaciones rotundas en sus hábitos de consumo.

Los primeros 16 meses de gobierno de Mauricio Macri hicieron eclosión en las capas populares, que vieron mermada su capacidad de compra de alimentos específicos y claves para la dieta de las familias, como son los casos del arroz, los fideos o la leche, demostrando el nivel de crisis que se vive en la actualidad.

Este cuidado del bolsillo por parte de los argentinos hizo que, a la hora de comprar, la prioridad ya no sea la calidad de los alimentos, sino los valores de los productos. De las primeras marcas que antes se preferían, se ha pasado ahora a optar por segundas y terceras opciones, a la vez que las compras que antes eran semanales hoy terminan siendo cada dos o tres días. Además, se hizo costumbre adquirir lo mínimo indispensable y en dos o tres supermercados diferentes, poniendo especial atención a las ofertas de cada uno de ellos.

De acuerdo a diversos especialistas en consumo consultados por diario Hoy, la gente en la Argentina ha resignado calidad en los artículos que compra para poder estirar al má­ximo los magros ingresos que percibe. Esta situación se complica en el caso de las familias numerosas de los barrios más humildes, donde llegar a fin de mes se ha transformado en una verdadera odisea.

Mutación social

Ante una realidad que acecha y golpea a la sociedad, hay datos que evidencian claramente cómo estos cambios se traducen en un descenso en la calidad de vida de los argentinos. Solo el año pasado, la venta de segundas y terceras marcas, así como también los productos hechos por los propios supermercados e hipermercados, crecieron un 75% en todo el país, dando cuenta de una verdad imposible de ocultar por parte de las autoridades.

La situación se agrava si se tiene en cuenta que la compra de alimentos sueltos en las calles se incrementó en los últimos 12 meses un 52%, con el consabido riesgo que eso trae para la salud de los ciudadanos por las enfermedades que puede acarrear la falta de higiene y salubridad en estos productos alimenticios.

La caída en el poder adquisitivo de los sectores más bajos, que rondó entre el 10 y el 15 por ciento el año pasado, llevó a que el consumo descendiera un 18% en las barriadas populares. Ni siquiera el aumento en los planes sociales dispuesto por el Gobierno, que abarca por estas horas al 15% de los recursos nacionales, alcanzaron para paliar este estado de situación.

A ello se le suma que el consumo de leche en la clase baja mermó alrededor de un 37% el año pasado, afectando a los recién nacidos, que ven disminuidas sus capacidades de crecimiento. Pero esto no quedó solo allí, sino que la compra de carne por parte de los más vulnerables se hundió en un 32%, a la vez que la venta de alimentos y bebidas en los barrios más pobres se desplomó en un 25%, mostrando una realidad preocupante de cara al futuro cercano.

Modificaciones varias

Estos cambios de hábitos se dieron también en algunos aspectos de la vida cotidiana. Uno de los más llamativos fue el brutal descenso en la compra de aceites en el último año en la clase baja, que trepó a un 53%. Las explicaciones que dan los expertos a esta merma se vinculan al monumental incremento del 68% que sufrió la venta de grasa porcina, debido a que la misma es más económica y termina siendo el artículo elegido por los más humildes para fritar y cocinar sus alimentos.

También es para destacar la baja en el consumo que tuvieron las harinas tres y cuatro ceros en los barrios pobres, cayendo un 43%, ya que fueron reemplazadas por la harina de maíz, que creció en su venta un 57% para la elaboración de pan y comidas alternativas.

Estos graves cambios en los hábitos alimenticios de las clases populares se vinculan directamente con la suba de los precios, que se elevaron por encima de los sueldos desde diciembre de 2015, como se observa en los productos de la canasta básica, que se incrementaron en un 45% el último año. De esta manera, se va agrandando la brecha entre ricos y pobres.

Las alteraciones en los sectores sociales más vulnerables

- 75% creció en el último año el consumo de segundas y terceras marcas.

- 44% de la canasta básica jubilatoria se puedeadquirir con el haber mínimo.

- 32% se derrumbó la compra de carne.

- 23% se hundió la capacidad de consumo de la clase pasiva durante 2016.

- 15% de los recursos nacionales van a sustentar los planes sociales.

- 52% aumentó la compra de productos alimenticios sueltos en las calles.

- 37% mermó el consumo de leche a lo largo del pasado año.

- 25% cayó la venta de alimentos y bebidas.

- 18% descendió el consumo.

- 10% promedio disminuyó el poder adquisitivo en 2016.

Jubilados, al borde del colapso

Uno de los sectores que más sufre la crisis y en el que se manifiestan mayormente los cambios de hábito en el consumo es sin lugar a dudas el de los adultos mayores, quienes ven cómo cada mes sus magros ingresos no alcanzan a cubrir ni siquiera la mitad de la Canasta Básica Jubilatoria (CBJ).

De acuerdo a los datos brindados por diferentes consultoras económicas, el poder adquisitivo de la clase pasiva cayó en 2016 entre un 10% y un 15%, con lo que el haber mínimo de $6.394 que cobra el 60% de los ancianos no cubre sus mínimas necesidades, hundiendo su capacidad de consumo un 23% durante el año pasado.

Esta realidad, totalmente alejada de los pronósticos oficiales que hablan de una economía en crecimiento, hace que en nuestro país dos de cada diez personas pertenecientes a la tercera edad sufran severas deficiencias alimentarias, generando una mala condición de vida y muertes tempranas. Esto podría solucionarse o mejorarse si los adultos mayores accedieran con mayor facilidad a los alimentos.

Caída preocupante

El precio de los medicamentos  subió un 85% para las personas mayores, y eso ha llevado a que muchos hayan dejado de comprarlos, con el consiguiente riesgo que eso significa para su salud. A eso se le agrega la baja en el Plan Remediar, que cubre ahora solo el 50% de los remedios, causando un desbarajuste en sus presupuestos.

En diálogo con diario Hoy, el director del Instituto de Derecho de las Personas Mayores y Políticas Gerontológicas, Christian González D’Alessandro, señaló que “los jubilados viven una situación miserable. Ya no les alcanza para vivir y dejaron de comprar artículos de primera necesidad, consumiendo segundas o terceras marcas. Están dejando de comprar los medicamentos, ni siquiera van en busca de los genéricos porque no llegan a adquirirlos por la falta de cobertura del PAMI”.

Según el especialista, “hoy estamos viendo que están dejando de pagar expensas. Hay quejas de los administradores de consorcios que están haciendo reclamos a los jubilados, algunos están incluso en vías de procesos de desalojos porque están dejando de pagar debido al aumento que hubo en la luz y el gas”. 

“El buitre, que es el Gobierno, se está comiendo a las palomas, que son los adultos mayores. Cuando el buitre sobrevuela el cielo en búsqueda de una nueva víctima entre los jubilados es preocupante, porque no hay una intención de cambios o mejoras, lo que provoca una realidad de angustia, desazón y desesperación por parte de los adultos mayores”, resaltó González D’Alessandro.

“La gente resigna la calidad de los productos para poder subsistir”

Héctor Polino - Titular de Consumidores Libres

“Los aumentos de precios tienen porcentajes superiores a los aumentos de los ingresos, y en consecuencia hay una pérdida en el poder adquisitivo. De ahí que se pase de primeras marcas a segundas, de segundas a tercera, de terceras a marcas propias de los supermercados, y de marcas propias a los productos sueltos.

La gente resigna la calidad de los productos para poder subsistir, todo esto debido a la crisis económica. Además ha habido un aumento de la obesidad, producto de la mala calidad de los alimentos que se consumen y del aumento del consumo de polentas, arroz y fideos de menor calidad.

A esto se le agrega que aumentó el consumo de harinas de maíz para realizar pan por el alto precio de las harinas de trigo. Toda esta situación hizo variar mucho la dieta de los argentinos, consecuencia directa de la crisis que estamos viviendo.

Al haber abandonado el Estado sus funciones de control las grandes empresas, que son las formadoras de precios, están actuando con actitudes claramente antisociales, subiendo los precios en forma injustificada y aprovechando aumentos que provoca el propio Gobierno, como en el gas, la energía, el agua, o los peajes. Como se producen aumentos constantemente, por las dudas se van remarcando todo el tiempo los productos.

Esta situación se va a prolongar, porque lamentablemente están previstos aumentos en la energía eléctrica y el gas cada seis meses, por lo que estos cambios de hábitos en el consumo se incrementarán en el futuro cercano”.

“La inflación le ganó a los salarios el año pasado”

Claudio Boada - Unión de Usuarios y Consumidores

“Hemos notado un cambio rotundo en los hábitos de consumo de los argentinos, pasando de segundas a terceras marcas, y en muchos casos a la compra de productos sueltos en la vía pública, con el consabido riesgo que eso trae para la salud.

Esta situación refleja cómo la inflación le ganó a los salarios el año pasado. Si hablamos de que desaparece la oferta de ciertos productos que podríamos calificar como “de lujo” o prescindibles, es porque las cadenas de supermercados que llevan sus estadísticas saben que esos productos no se los van a comprar, que no los va a poder vender, de ahí que desaparezca de las góndolas. 

Hoy, lo que más aparecen son segundas y terceras marcas, elaboraciones propias de los supermercados, la venta callejera de productos sueltos y la consiguiente búsqueda de precios. Antes, los artículos sueltos eran de limpieza, ahora aparecen productos alimenticios como arroz, fideos, carnes, entre otros, donde uno lleva una bolsa y te venden los productos sueltos. 

El problema de la actividad callejera es el peligro físico para quienes adquieren estos productos, ya que al no tener control del Estado pueden estar contaminados, ocasionando un daño severo para el cuerpo humano”.

“Es preocupante la baja en el consumo de leche”

Osvaldo Riopedre - Vicepresidente de Adecua

“Nosotros creemos que hay un mayor cuidado de la gente por su bolsillo, que a su vez ha cambiado sus hábitos de consumo. Ha pasado a elegir marcas inferiores y las compras que antes eran semanales hoy terminan siendo cada dos o tres días, de lo mínimo indispensable. Además se cuidan y se fijan dónde están las ofertas, y las compras se hacen en dos o tres supermercados diferentes.

Algunos cambios culturales son por esnobismo, porque se vuelven veganos o frutícolas, pero hoy lo que se ve son cambios por necesidades económicas, por no poder acceder a los productos de primera calidad.

Es preocupante la baja en el consumo de leche que es una alimento que sí marca algún tipo de tendencia y es importante. Este descenso se refleja en un menor crecimiento por parte de los chicos pobres, que es el sector que ha dejado de adquirir leche por su alto precio.

En los distintos sectores sociales ha cambiado el consumo. Si se consumían primeras marcas, ahora se fueron a segundas, de segundas a terceras o a la compra de productos sueltos. Los supermercados hacen ellos mismos las segundas marcas al conocer que la gente se vuelca a ellas. Incluso las ponen en lugares estratégicos de las góndolas en detrimento de otras marcas, por una cuestión de ventas”.