El girasol, leyenda de otros tiempos

La última década también retrocedió al complejo girasolero, que cayó del primer al cuarto puesto exportador en el mercado internacional

Fábricas cerradas, zonas de cultivos abandonadas o suplantadas en gran medida por la soja, hicieron que el cultivo tradicional del girasol ya sea leyenda en nuestras pampas, desde que hace más de una década los resultados hayan evidenciado pérdidas tanto a nivel interno (es uno de los principales cultivos que redujo la superficie) como del comercio internacional (se exporta casi el 100% como aceite pero también aquí se desinfló en forma alarmante) gracias a las ideas de la política K que llevó a la cadena girasolera a andar con el freno de mano puesto.

Cuando faltan días para abrirse la ventana de siembra (de octubre hasta noviembre), el desaliento se hace palpable en la vastísima región bonaerense (sobre el total de 1.300.000 Has., casi un millón de la campaña 14/15 se hicieron en nuestra Provincia).

En el sudoeste, la localidad de Coronel Suárez que marca justo el límite de la producción agrícola (más abajo ya pasa a ser ganadera y agrícola pero sólo de cosechas finas), las hectáreas que no son buenas se destinan a este cultivo un poco más rústico. “En el futuro –la próxima campaña- está cotizando alrededor de 200 dólares, un precio bastante malo, y no da para hacer girasol en un campo alquilado, viendo que el 50% de los campos de esta zona se alquilan. Los chacareros trabajan sin margen o a pérdida”, contó a este medio Marcos Rebolini (49), que preside la Sociedad Rural suarense, perteneciente a Carbap, que a su vez conforma la entidad nacional CRA. “Esta es una zona muy diversificada, se le dice marginal por lo errático del clima, más lo errático del gobierno”, continúa el relato campero quien ansiosamente espera un cambio de gobierno. “En realidad necesitamos un cambio de las relaciones de los precios, una devaluación, y una baja de toda la presión impositiva, sino no somos viables”, argumentó en el malabarismo que ejercita para mantener su empresa, desvelado para mantenerla a flote, para poder pagar los sueldos a 26 empleados –con aportes y cargas fiscales-, “estamos aguantando mientras muchos van quedando en el camino. Tenemos un gobierno sordo y ciego. No quieren entrar en razón”.

Esos problemas para encarar la producción son retenciones, que para el aceite de girasol es del 30% y para el grano es del 32%, y muchos otros donde están representados los cinco eslabones (industria, provisión de semillas e insumos, ciencia y tecnología, comercialización y acopio, y el sector productivo). “Atravesamos un momento límite, este año todos los números dan negativos y desalientan, por lo que de no modificarse para los cuatro cultivos el tema retenciones, va a haber serios problemas”, expresó Luis Arias (54), presidente de la Asociación Argentina de Girasol (ASAGIR), ingeniero agrónomo que produce girasol en el sudoeste de Buenos Aires y en La Pampa.

Arias miró precisamente a aquella zona marginal donde se está por sembrar girasol (alejadas del puerto y de menor aptitud agrícola) “donde es probable que quede tierra sin sembrar, siendo para ellos muy difícil obtener rentabilidad con este cultivo, por eso las medidas urgentes deberían haber sido ya. Tendríamos que tener señales de un cambio en las políticas de derechos de exportación, pero desde el gobierno no hay ninguna señal, ni desde el oficialismo en cuanto al candidato futuro”, sentenció el dirigente.

Con experiencia de otras paradas bravas (“pero ninguna como ésta y ahora con el cuero más curtido”, aclara) Ricardo Negri (68) explicó su caso como productor girasolero desde su ciudad, Daireaux. “El año pasado tuvo buenos rindes y malos precios, una combinación peligrosa para este año, cuyo plan de siembra está hecho con mucha prudencia puesto que los precios no prometen ser buenos. Todos esperamos el cambio de rumbo, que se dará cuando la cosecha esté implantada. La decisión de sembrar a pérdida es dura, sobre todo cuando computás el valor del arrendamiento, que en nuestra empresa cuenta con la mitad de la superficie alquilada, la cuenta es durísima y esta crisis da miedo”.

El problema que no es problema

En una reciente reunión se trató el uso de pesticidas post cosecha, uno de los hechos que denuncia por qué la Argentina perdió el mercado de aceite de girasol. Según se supo, la Unión Europea determinó que Argentina se “pasó” los límites máximos de residuos establecidos a principios del 2000.

En diálogo con Hoy, Néstor Teti, asesor general del Centro de Acopiadores de la zona Puerto Quequén, explicó rápidamente que estos “tratamientos” no son el hecho por el cual “el mercado se haya achicado notablemente” y destacó que “la cuestión central es que la demanda ha bajado y ha sido suplantada por otras”. Y amplió: “Hoy las plantas que se ponen en condiciones de comercializar el girasol no utilizan para la conservación de la semilla ningún producto prohibido por la Organización Mundial del Comercio ni por la OMS”.

A su turno, el titular de ASAGIR, Luis Arias, aclaró que “estos bajísimos residuos desaparecen al refinar el aceite, o sea que no quedan residuos de insecticidas en el aceite comestible refinado”. Además resaltó los esfuerzos realizados en campañas orientadas al uso de buenas prácticas, junto al SENASA y la Federación de Acopiadores, “pidiendo que no se use Diclorvos en girasol, que si bien no está prohibido su uso en granos almacenados en Argentina, complican la exportación porque la normativa europea es estricta en cuanto a una mínima tolerancia”.

Buenos Aires, provincia girasolera

Nuestra provincia es la más importante productora de girasol. Entre el 50% y 55% se produce en el Sudeste (Tandil, Mar del Plata, Balcarce), y el Sudoeste (Coronel Suárez, Pringles, La Madrid).

De 1.300.000 hectáreas, 800 mil son del sudoeste y del sudeste, existiendo otras zonas girasoleras como la Cuenca del Salado y el centro de la provincia (Daireaux, Bolívar, Pehuajo, Trenque Lauquen).