¿El oro verde?

Cuando se preveía un crecimiento, la oleaginosa dejó de ser rentable para la primera cadena del eslabón: los productores. ¿Razones? Las del mercado externo, donde la soja vale la mitad, y las retenciones internas que no le cierran los números a la nueva campaña

Aunque la producción sojera en comparación con las demás economías regionales es “de lo nuestro, lo mejor” (como decía un conductor televisivo de los ’80), el sector se ha convertido en un negocio riesgoso. Incluso uno de los referentes de los agronegocios, Gustavo Grobocopatel, quien llegara a tener 130 mil hectáreas con su modelo de arriendo de tierras tan cuestionado como revolucionario, hoy apenas supera las 20 mil sacándole el jugo al “oro verde”.

Las consecuencias de las políticas equivocadas, entre otros factores con la presión impositiva asfixiando a los ruralistas, desembocó en que muchos de los pequeños productores se vean obligados a vender sus campos a las multinacionales.

Este panorama de pérdida de rentabilidad fue desmenuzado para Hoy por el economista Daniel Asseff (49), gerente general de Coninagro, quien recordó que “el precio de la soja de este año es entre 100 y 110 dólares menor al año pasado, y a su vez siguieron aumentando los costos de producción. Lo de la soja es tan duro como el resto de las economías regionales. Puede ser que en campo propio la rentabilidad esté siendo posible, pero no es el común de la gente que produce soja en la Argentina”. Cabe remarcar que ayer en la Bola de Chicago la oleaginosa avanzó tenuemente 1,1% y opera en u$s 326 por tonelada,  un precio que está lejos de garantizar la rentabilidad que necesitan los productores para poder salir de la crisis. Acerca de los elevados costos que sufre el productor (sin ninguna clase de incentivos del Ejecutivo, ya sea a través de créditos por parte de las entidades bancarias estatales), el dirigente de Coninagro ejemplificó que “en Salta, llevar una tonelada de soja a Rosario, significan 1200 pesos de fletes, cuando la soja estaría en 1800 pesos”.

Se paró el motor

El complejo de la soja es el patrón económico que mueve al campo (en los últimos 12 años se duplicó la superficie de la soja) y hoy tiene en danza unos 35 mil millones de dólares cada año, de los cuales 10 mil van al Estado vía retenciones (el 35% del precio del mercado). Según Carlos Curci González (42), periodista agropecuario con veinte años en el rubro, “el panorama de la soja es completamente distinto en la Argentina actual al de hace 5 años atrás, porque la producción quedó estancada tanto por cuestiones externas como internas. Hay un cambio de paradigma, antes había una soja de 600 dólares, y todo el mundo innovaba, ponía paquetes tecnológicos, pero en los últimos años se van acomodando al nuevo paradigma de 300 dólares”.

Claramente, se requiere de otra visión política y de cambios en materia económica. “Son tiempos electorales y están teñidos de oportunidades”, opinó a su turno Rodolfo Rossi, el presidente de la Asociación de la Cadena de la Soja (Acsoja), que prefiere mirar con optimismo “un cambio de tendencia, previendo un crecimiento mayor, con nuevas inversiones, de mediar políticas activas”. Y que coincide que “estamos estancados en la producción total, perdiendo oportunidades de mayor creación de valor y de responder a las demandas crecientes a nivel mundial”.

El fruto de la siembra directa y de algunas mentiras anibalescas

Entre otras preocupaciones y grandes polémicas que envuelven a la soja, el modelo de producción de siembra directa (que consiste en sembrar sobre los restos de la cosecha anterior, sin retirar los rastrojos) ha sometido a muchos pueblos de varias provincias a convivir con la contaminación del medio ambiente y en algunos casos con graves de enfermedades en niños y mayores. De hecho, la OMS sacó un comunicado en marzo de este año en el que incluyó al glifosato como probable cancerígeno. Ciertamente, los agroquímicos avanzan en los campos, sin que el Estado le ponga límites a las malas prácticas con el afán de producir ganancias cada vez mayores.

No es lo único que debería reverse. Nuestro país adoptó las semillas transgénicas, por lo que si ya con la siembra directa no se llegan a eliminar las malezas de la cosecha anterior, estas semillas, al ser más resistentes, hacen que las malezas sean también más resistentes.

Según contó el investigador de la UBA, Miguel Teubal, “la principal ventaja de las semillas RR para los productores se vincula a la disminución de los costos, y la tecnología desarrollada es principalmente ahorradora de mano de obra”.

El jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, viene de una gran contradicción unas horas después de vencer en las internas para Gobernador del FpV. En plena inundación salió a decir que “la siembra directa dificulta el drenaje de agua de los campos”, pero a los pocos días, él mismo convocó a una reunión con las autoridades de Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa (Aapresid) para disculparse de sus dichos y declarar “no estoy para nada en contra de la siembra directa, que permite reconstituir el suelo, que la labranza común no lo permite”.