Perros peligrosos y la figura del dolo eventual
20/11/2016 - 01:54hs
Así se lo expresó a diario Hoy el filósofo Santiago Kovadloff. Además, criticó al kirchnerismo destacando que Cambiemos representa “el proceso que lleva del autoritarismo a la democracia republicana”, y que Luis D'Elía, Amado Boudou y Fernando Esteche “son viejos con ideas viejas”
Un intelectual es aquel que lleva adelante la difícil tarea de intentar escapar de las simplificaciones interpretativas de la realidad, los esquematismos, los extremismos que aporta la ideología, y luego reflejar sus pensamientos en palabras sencillas. Explicar el fenómeno del kirchnerismo ha sido uno de los trabajos más complicados que se han planteado los intelectuales en los últimos años, más que nada por la complejidad que significó dicha experiencia política.
En diálogo con este medio, el filósofo y ensayista Santiago Kovadloff sentenció que la sociedad argentina “no sabe capitalizar sus fracasos políticos”, lo cual le impide “aprender de la experiencia”. Además, consideró que “D’Elía, Boudou y Esteche son viejos con ideas viejas”, y que el Gobierno de Mauricio Macri representa “el proceso que lleva del autoritarismo a la democracia republicana”.
—¿Cuál cree que es la herencia que dejó el kirchnerismo tras 12 años en el poder?
—El kirchnerismo ha evidenciado que en nuestra sociedad sigue habiendo una fuerte propensión a concebir el poder político como una gestión de corte caudillesco, a entender que las instituciones de la República pueden ser una herramienta en manos del poder político y no necesariamente de sujeción a la Justicia. Creo que tenemos que aprender la lección, en la medida en que queramos vivir en una sociedad donde la identidad cívica tenga contenido constitucional.
—Usted ha reflexionado mucho sobre lo que significaron los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner. ¿Fue la división entre buenos y malos uno de sus peores legados?
—La Argentina es una sociedad que no sabe capitalizar sus fracasos, donde la puja por el poder, en el afán de privilegiar protagonismo a cualquier precio, no teme repetir consignas que luego desembocan en experiencias autoritarias. Capitalizar los fracasos significa aprender de la experiencia, y la Argentina ha revelado una fuerte propensión a la repetición. La nuestra es una sociedad que necesita aprender de su experiencia, eso quiere decir aprender a pensar. En la política, las consignas importan más que las ideas, y lo menos que debe hacer un intelectual es recordar que esa claudicación del pensamiento suele tener consecuencias trágicas para la sociedad.
—¿Qué siente cuando ve a personajes como Luis D’Elía, Amado Boudou o Fernando Esteche representar lo más fanático del pensamiento K?
—La senilidad puede tener aspectos juveniles. D’Elía, Boudou y Esteche son viejos con ideas viejas, proponen soluciones viejas a los problemas de la Argentina, insisten en el fracaso que ha hecho de nuestro país una nación atrasada, y especulan permanentemente con la idea de que la realidad se divide entre réprobos y elegidos. No tienen nada que aportar y lo vociferan alto.
—¿Considera que el kirchnerismo puede llegar a ser un fenómeno político que trascienda el tiempo y perdure?
—Depende de varios factores. Uno es el porvenir que se adjudique el peronismo como movimiento. También, la capacidad de negociación que el Gobierno tenga en el Parlamento, donde es minoritario. Y, en última instancia, depende de una sociedad que entienda que el proceso de reconstrucción de la Argentina tiene que conciliar tanto la rapidez con que se proceda en el caso de los más necesitados como la profundidad que exige lograr un cambio estructural. Si todos estos ideales importan a los protagonistas de la vida política, es probable que el kirchnerismo quede atrás.
—¿Cómo analiza el Gobierno de Mauricio Macri?
—Lo veo como una tentativa de reconstruir el proceso que lleva del autoritarismo a la democracia republicana, un intento de finalizar esa transición que quedó inconclusa entre 1983 y 2015. Este Gobierno se ha propuesto finalizar esa transición quitándole protagonismo al autoritarismo, tratando de que el poder esté sujeto a la ley, y de que la política recupere su cercanía con la ética y no sea su antítesis.
—¿Qué es a su criterio lo que se propone hacer Cambiemos desde el poder?
—La coalición gobernante pareciera proponerse eso, hay un anhelo muy profundo de darle mayor transparencia a la gestión política y completar un proceso de transición del autoritarismo a la democracia republicana que, a fuerza de quedar inconcluso, hizo que nuestro país quede durante un largo tiempo más cerca del siglo XIX que del XXI.
La ardua tarea de un intelectual
Autor de libros como Las huellas del rencor, El silencio primordial o El miedo a la política, Santiago Kovadloff se ha convertido en uno de los autores más leídos de la Argentina en nuestros tiempos.
En su última obra, Hombre reunido, confluyen poesías escritas a lo largo de las últimas tres décadas, lo que lo lleva a reflexionar sobre el papel de los intelectuales actualmente. “Argentina es un país que tiene propensión al maniqueísmo y la segmentación. Un intelectual, en la medida en que se identifique con los ideales republicanos y constitucionales, aspira a luchar contra la fragmentación, contra el esquematismo, contra las dicotomías drásticas e intransigentes”, resaltó el ensayista.
Pero para Kovadloff va mucho más allá, ya que, según afirma, un intelectual “es un hombre que está interesado por el conocimiento y la indagación de los fenómenos que hacen a la significación posible de la verdad. En la historia, los filósofos han alcanzado algún grado de relevancia porque no han hecho otra cosa que hablar del mundo que los rodea”.
“El país requiere un proyecto a largo plazo”
Una de las constantes de la Argentina ha sido el concebir proyectos políticos a corto plazo sin miras a la progresión en el tiempo, siendo incapaces de pensar un país para los próximos 30, 40 o 50 años.
En otro de los tramos de su charla con diario Hoy, Santiago Kovadloff analizó este fenómeno al señalar que “el país requiere un proyecto a largo plazo. La coyuntura es siempre la exigencia que la política no puede ni debe desoír, por lo que debería formularse una opción en la cual los partidos opositores que integran la vida parlamentaria deban coincidir para mirar al país de cara al futuro y que nuestros nietos lo puedan disfrutar”.
“La disidencia puede ser de matiz y debe serlo, pero lo importante es que en lo estructural haya coincidencias fundamentales entre quienes se sucedan en el poder, ya que, de esa manera, a lo largo del tiempo el país puede ganar constancia en el despliegue de proyectos. De no ser así, estos se verían permanentemente abortados por quienes acceden al poder y luego borran lo que se ha hecho antes de ellos”, destacó el intelectual.