Adultos que mantienen vivo su espíritu infantil

Alma de niño

A pesar de que ya estén grandes para recibir regalos, en este día hay que saludarlos. Son adultos que, sin perder de vista sus carreras profesionales, coleccionan muñecos, historietas y mantienen vivo su espíritu infantil 

Los psicólogos dirían que ellos padecen el síndrome de Peter Pan, o que son personas que se rehúsan a madurar. También podrían ser tildados de kidults, un término que se utiliza para denominar a varones los suficientemente crecidos como para formar una familia, pero que se niegan a renunciar sus costumbres adolescentes. Lo cierto es que estos hombres, lejos de desatender las responsabilidades que la adultez exige, llevan una vida completamente normal, pero mantienen intacto su niño interior. 

Nostálgicos de una infancia perdida, invierten dinero en colecciones de muñecos de animé, historietas de superhéroes y merchandising de películas del estilo Stars Wars. Pero mantener encendida esta llama puede costar caro. Julián Giménez, de 24 años, llegó a pagar dos mil pesos por un muñeco japonés: “Son de colección, no para jugar”, aclara. 

Este joven, que actualmente se desempeña como policía administrativo en la localidad bonaerense de Azul, comenzó a coleccionar libros y muñecos hace cuatro años, momento en que empezó a trabajar y que pudo independizarse: “Con esto que hago no molesto a nadie. Además me sirve para desconectar un poco de todas las responsabilidades”, dice. 

Por su parte, Diego Giribaldi, de 32 años, pudo convertir en un trabajo esta pasión que lo moviliza desde su infancia. Desde hace unos años se desempeña como ilustrador y dibujante de cómics, y ahora puede comprar sin culpas muñecos o historietas: “Me sirven para trabajar”, dice entre risas este padre de familia que tiene colecciones de Astro Boy, Capitan América y Dragon Ball Z, entre otros. 

Para evitar cualquier tipo de reproche, Diego eligió un trabajo en el que puede jugar constantemente: “Puedo hacer volar la mente con mis creaciones. A veces me junto a jugar videojuegos con mis amigos y el hecho de trabajar en mi casa me permite pasar mucho tiempo con mi hija y jugar con ella” agrega. 

Diego cree que esa inocencia infantil que lleva dentro nunca se fue ni se irá. Ahora que su hija Julia tiene 10 meses, él se siente mejor que nunca. “Ser padre es lo más divertido del mundo. Compartimos muchos juguetes y ella escucha la misma música que yo”, dice orgulloso. 

Aunque vestidos de saco y corbata, de ambo u overol, lo cierto es que todos llevamos un niño adentro. El truco, para ser más felices y no hacerse tanto problema, está en no dejarlo morir.

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