¿El Gobierno va por el ahorro de los argentinos?

El kirchnerismo estudia implementar una polémica medida diseñada por el menemismo en los ‘90. Se trata de un canje compulsivo de los depósitos bancarios a cambio de bonos públicos argentinos. Un manotazo de ahogado para intentar esquivar los efectos del default.

La crisis económica que atraviesa el país mantiene en vilo a millones de argentinos. El impacto por el default de la deuda externa es uno de los principales problemas que enfrenta el equipo económico kirchnerista. En los últimos días trascendió, en los mercados, que el Gobierno evaluaría implementar una polémica medida que apuntaría a quedarse con los recursos que tienen los ahorristas en los bancos y entregarles a cambio un bono.

El plan que estaría analizando el kirchnerismo tuvo su correlato a fines de diciembre de 1989, cuando la administración nacional al mando del expresidente Carlos Menem instituyó un canje compulsivo de los depósitos a plazo fijo que superaran el millón de australes, la moneda nacional de aquel entonces que se encontraba absolutamente devaluada. Cualquier semejanza con la actualidad no es mera coincidencia.

Antes de que se declarara el default, un grupo de bancos privados había ofrecido comprar los bonos que están en poder de los fondos buitres con el dinero de los ahorristas. En ese momento, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner y su ministro estrella, Axel Kicillof, le bajaron el pulgar a la propuesta, en función de lo que indicaban algunas encuestas de opinión. Pero la realidad económica de las últimas semanas, con la disparada del dólar blue y la caída acelerada de las reservas del Banco Central, hizo que muchos kirchneristas pusieran los ojos en el dinero de los ahorristas. En definitiva, este tipo de maniobras ya son una costumbre de la administración K: sin ir más lejos, para financiar el gasto público improductivo, se apoderaron de los fondos de la Anses, del PAMI y de las propias reservas del Central.

Durante la entrega de bonos de 1989, los ahorristas recibieron a cambio títulos públicos conocidos como Bonex, que vencían diez años después. La medida le permitió al menemismo disponer de una gran suma de dinero, mientras se endeudaba. ¿El costo? Se generó una aguda recesión que provocó la destrucción de miles de puestos de trabajo.

 “Estas cosas, tan pronto como empiezan a circular en el mercado, lo único que hacen es empeorar la cuestión, porque la gente levanta sus mecanismos de autodefensa y retira sus depósitos, volcándose seguramente a la compra de dólares” en el mercado informal, advirtió a Hoy el doctor en economía y exsecretario de Ingresos Públicos, Raúl Cuello.

“El Gobierno se ha equivocado de camino y nos ha llevado a una situación de default innecesariamente. Debería haber encontrado soluciones y no incumplir la sentencia [del juez norteamericano Thomas Griesa], sino cumplirla de la mejor manera posible para evitar todo este problema”, señaló el economista Manuel Solanet, exsecretario de Hacienda de la Nación, en diálogo con nuestro diario. Y añadió que la cesación de pagos por la deuda argentina llega en un momento muy complicado, porque se suma a la creciente recesión nacional que perjudica, principalmente, a la clase media y a los ciudadanos más humildes y desprotegidos.

En ese sentido Solanet aseguró que es difícil saber lo que piensa el Gobierno, pero agregó que desde su visión el kirchnerismo busca “emplear políticamente esta confrontación”. “No lo veo buscando soluciones a pesar de que las hay. No debiéramos por qué estar en esta situación”, concluyó el economista.

El Gobierno nacional dejó en claro que, fiel a su estilo, seguirá sin reconocer sus errores y, más aún, podría incluso incentivarlos. La decisión es, al menos, polémica y podría significar un grave peso sobre las espaldas de miles de argentinos, que aún cuentan con ahorros para hacer frente a la debacle económica y financiera que castiga con dureza a todo el país.

Una triste historia conocida

Suele decirse que la historia tiende a repetirse. Esta vez, acorralado por la creciente crisis económica, la escalada inflacionaria y la corrida cambiaria que ha llevado la cotización del dólar a límites insospechados; el Gobierno argentino liderado por Cristina Fernández de Kirchner pareciera estar dispuesto a meter la mano en los bolsillos de millones de ciudadanos argentinos una vez más.

Según trascendió, el kirchnerismo estaría evaluando implementar medidas de similar tinte a las aplicadas durante el menemismo y la crisis de principios de siglo que afectó duramente al país. Los especialistas temen por dos planes diferentes: el Plan Bonex de 1989 y el Corralito 2001. En cualquier caso el resultado sería el mismo: los propios ciudadanos deberían pagar por los errores cometidos por sus acaudalados funcionarios.

El Plan Bonex fue implementado el 28 de diciembre de 1989, en el marco de una de las tantas corridas cambiarias y financieras producidas en esos días. La gente comenzó a exigir a los bancos el dinero de sus ahorros, pero esa plata había sido tomada por el Banco Central de la República Argentina (BCRA) para financiar el gasto público, algo similar a lo que ocurre actualmente con el alocado financiamiento que hace el Central.

La respuesta ante el descontento social fueron los Bonex 89, una serie de títulos públicos entregados por el BCRA a los bancos y de estos a los ahorristas. El dinero fue devuelto diez años después, con una tasa de poco más del 8,3%.

El 3 de diciembre de 2001 el gobierno radical de Fernando De la Rúa implementó una restricción a la libre disposición del dinero resguardado en plazos fijos, cuentas corrientes y cajas de ahorro. La medida llenó la tapa de los diarios y el mecanismo trascendió como el “corralito”. El Gobierno retuvo entonces el dinero dentro del sistema bancario durante un año, evitando así su derrumbe.

En ambos casos, las gestiones nacionales de turno se valieron de los ahorros de la gente para enfrentar sus propios problemas. Mientras tanto, miles de argentinos se vieron obligados a enfrentar una de las crisis económicas más importantes que atravesó el país, sin contar con el resguardo del dinero que con mucho esfuerzo había logrado reunir. Tristemente la realidad pareciera volver a repetirse.