Entrevista exclusiva a Juan Carr, creador de Red Solidaria

“La solidaridad es una anécdota, lo que transforma la realidad es la política”

En diálogo con este medio, Juan Carr habló sobre política, hambre, pobreza y acerca de los funcionarios, en un año electoral

Hablás con un idealista”, advierte Juan Carr en medio de la conversación con diario Hoy, a modo de justificación de su inquebrantable postura optimista ante cualquier situación. La misma que lo llevó a crear Red Solidaria, en 1995, a la que él define como “un hecho cultural”.

Nominado siete veces al premio Nobel de la Paz, el fundador del movimiento que actualmente se replica en 19 países del mundo asegura que quiere “cambiar el mundo”.

—Los referentes sociales le suelen escapar a las preguntas sobre política, aunque no es su caso…

—Nos suelen preguntar: ¿son apolíticos?, y noso­tros respondemos que no, que somos re políticos (sic). Tenemos mucho peronismo, mucho radicalismo, La Cámpora, mucho PRO, mucho socialismo en la zona de Santa Fe, y muchos que no creen en la política. Nuestra riqueza es esa. La Red Solidaria no es una ONG, no tiene personería jurídica, ni papeles ni nada, es un movimiento cultural y como tal tiene que contar con todos. También tenemos muchas diferencias religiosas. Estar compuestos por gente que tiene su identidad nos puso a salvo. Justamente necesitamos a los que piensan distinto para encontrar un chico perdido, para arreglar una escuela que se le rompió el techo, para aumentar el número de trasplantes, para evitar una muerte por frío en la calle. El discurso antipolítico me da vértigo. De hecho, la solidaridad es una anécdota, lo que transforma la realidad es la política.

—Gran parte de la sociedad percibe que “volvimos a los 90”, ¿concuerda con eso?

—En aquel momento, cada una hora moría un chico desnutrido menor de 5 años y ahora bajó la cifra a dos o tres por día. Es tremendo, pero pasamos de 24, a dos o tres. Por el Estado, por lo privado, por lo público, lo cierto es que hay una mirada y unos números reales. Hace once años murieron de frío 69 personas en las calles, en 20 ciudades. El año pasado fallecieron once, este año tres, se ve que hay una batalla que la Argentina está dando. Mi preocupación es que está muy cara la comida y yo no logro hacer una alianza con los grandes sectores proveedores de alimentos. Llevo diez días de fracasos. Es un tema que me angustia. 

—Justamente, hace un tiempo usted dijo: “Para terminar con el hambre no hace falta plata ni comida, sino un acuerdo. Falta que 20 o 30 jugadores se sienten en una mesa”. ¿Quiénes son los que se deben sentar a dialogar?

—La Iglesia, alguna comunidad religiosa, el Gobierno, por supuesto, la oposición, algunas universidades, además de las entidades clásicas como Cáritas y el Banco de Alimentos.

—¿Y en qué consistiría el encuentro?

—Sentarnos y llegar a un acuerdo. Así como se juntan los amigos o los conocidos en un cumpleaños. Decir: Muchachos, francamente hay que arreglar esta ruta que está rota y además hay que hacer una escuela. Falta eso, pero no logro juntarlos. El drama está dado hoy en que si la Universidad Católica Argentina dice que hay tres millones de personas pasando hambre, ahora debe haber otras tres o un poco más, a las que les sale cara la comida y que tal vez no padezcan pobreza extrema pero… Para mí, este es un problema muy impactante, porque el alto costo de los alimentos nos dejó a medio camino. Hay que reunirse pero este es un momento fragmentario.

—¿No le correspondería al Estado convocar a esa mesa?

—Es un año electoral. Yo los perdono. Desde la presidencia de De la Rúa para acá conocí a todos los mandatarios y los años electorales tienen otros líos. Yo soy compasivo y no puedo negar que resolver la pobreza extrema de esas tres millones de personas que señala la UCA es un tema difícil, necesitás política local de distintos colores, diálogo, encuentro, y este es un año en el que todos miran para otro lado. Cualquiera que gobierna tiene un rato, pero está complejo.

—El Presidente prometió en campaña llegar al “hambre cero”, ¿cómo se explica que sus políticas vayan a contrapelo de este objetivo?

—Desde De la Rúa para acá, todos los mandatarios, gobernadores e intendentes quieren que su pueblo sea feliz y que los voten. No tengo en claro qué es lo que pasa, es curioso.

—Pero es imposible imaginar un encuentro anual de la Unión Industrial Argentina, por ejemplo, en el que se determine resignar un 5% de las ganancias para que puedan comer los hambrientos...

—Yo reivindico al empresariado argentino, con todo lo que se le pudiera discutir. Lo que necesito es que a las empresas les vaya bien, que se llenen de plata, para que con eso mantengan los puestos de trabajo y generen más. El abrazo al pobre es muy lindo, pero el gran dignificador es el trabajo.

—¿Cómo maneja el tema de las fotos con los políticos en campaña?

—Me saco fotos con todos. No tengo prejuicios con los políticos. Es curioso lo que sucede con eso en este país: si la Red Solidaria hace una campaña con un gremio o con un partido político recibe miles de críticas, y si lo hace con Coca-Cola o con una minera, no. Es increíble. Trabajadores o gente que se involucró en política generan pruritos, pero Coca-Cola es cool. Obviamente evito a algunos, por ejemplo le escapé dos veces a la foto con dos mineras contaminantes y tampoco poso con las tabacaleras, o con alguna persona que la Justicia haya determinado que cometió un delito.

—Pero es consciente de la polvareda que puede generar en época electoral alguna declaración suya…

—Me encantaría que sea así, pero no me ha ido tan bien. Lo que logramos generar nosotros es una tremenda emoción. Había una Argentina indiferente en los 90 y fuimos parte de un país que empezó a emocionarse y eso está bueno, pero aún nos cuesta mucho comprometer. A veces subís algo en una red social o decís algo en un medio y genera una emoción enorme y conseguís una lista larguísima de aplausos, pero eso no cambia nada. Por eso, ahora estamos en el proceso de ver cómo, además de emocionar, podemos pasar a la instancia de la acción.