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Primera NacionalSe dedicó 12 años a las aguas abiertas, especialidad a la que pasó luego de nadar en piscina y en la que fue uno de los protagonistas a nivel mundial. La Federación Internacional de Natación lo distinguió con un lugar en el Salón de la Fama.
28/01/2021 - 00:00hs
Ingresar en el Salón de la Fama de cualquier deporte es un hecho sumamente destacado: es el reconocimiento más importante que se puede obtener luego del retiro deportivo, porque significa dejar una huella imborrable en el corazón de la disciplina. Eso sucedió con Gabriel Chaillou, nadador de aguas abiertas. “Siempre son lindas estas distinciones. Estar en el Salón de la Fama lo veía como algo muy lejano, pero finalmente se me dio”, relata el deportista en diálogo con El Clásico desde Mar del Plata, donde actualmente se desempeña como entrenador del Club Atlantis.
Chaillou nació en Capital Federal, pero, gracias a la disciplina que eligió, pudo recorrer varios sitios en el mundo. “Empecé en el club Florida de Vicente López a los 6 años. Fui a la colonia, participé del equipo de natación, y eso me dio la posibilidad de llegar al seleccionado municipal. Siempre estaba en la pileta, a toda hora y en todo momento”.
Primero, fue campeón argentino en 200 y 400 metros libre y campeón sudamericano en posta 4 x 200 metros. Participó en 200 metros en los Juegos Panamericanos La Habana 1991 y Mar del Plata 1995. Después de estos últimos, a sus 26 años, llegó el momento bisagra en su carrera: cuando le propusieron intervenir en una posta de 100 kilómetros y conoció las aguas abiertas, a las que nunca abandonó. Ya en esa especialidad, obtuvo las medallas de bronce en los mundiales de 1998 y 2002.
“En la primera competición representé a un club de Torino y fue ahí cuando conocí las aguas abiertas. En modalidad de posta, éramos cuatro argentinos que cambiábamos cada 20 minutos. Me gustó la experiencia en el mar, a pesar de que fue un verdadero reto”, le contó entre risas Chaillou a este multimedio, no sin cierto tono de nostalgia.
En sus años de actividad en aguas abiertas, de 1996 a 2008, aprendió del francés Stéphane Lecat, uno de los mayores exponentes de la especialidad. Y el argentino se volvió un protagonista importante.
Consultado sobre su retiro de la actividad, el flamante miembro del Salón de la Fama comentó: “A los 37 decidí dejar de nadar y comenzar otra etapa de mi vida, para formar una familia. Si bien todo eso es muy lindo y me entusiasmaba mucho, dejar la actividad me costó. La adrenalina, los entrenamientos, los viajes... Las aguas abiertas me dieron mucho”.
Por último, el nadador de 53 años se refirió a la importancia de trabajar la mente en una disciplina tan extrema: “Siempre que uno termina de competir dice: Esta es la última. El desgaste físico es durísimo y la cabeza llega agotada. Pero una vez que uno se recupera, ya tiene ganas de volver al agua. Me tocó competir en aguas heladas y en aguas muy calientes, y por eso es necesaria una cabeza centrada. Controlar los impulsos y mantener el foco. Una vez en Canadá sufrí de hipotermia, y no me acuerdo nada. Hay que evitar llegar a esos extremos”.