El Halcón de Varela vuela alto y espera por el León

El estilo protagonista y ambicioso de Defensa y Justicia no es una novedad. A lo largo de la última década, el club de Florencio Varela ha consolidado una forma de jugar y la ha sostenido con distintos entrenadores. Sin embargo, en el último año los resultados no fueron los mejores, situación que condujo a la salida de Sebastián Beccacece, un emblema de la institución, y la llegada de Julio Vaccari, un joven director técnico que le cambió la cara al Halcón y que hoy lo tiene peleando en los puestos de arriba.

Aunque para algunos es un desconocido, su trayectoria cuenta con un vasto aprendizaje con entrenadores de primer nivel. En primer lugar, fue videoanalista en el cuerpo técnico de Marcelo Bielsa en Athletic Club de Bilbao (España) y luego en Olympique de Marsella (Francia). Tras ambas etapas, se incorporó de asistente en el cuerpo técnico de Gabriel Heinze en Godoy Cruz, y después en Argentinos Juniors y Vélez Sarsfield. Luego de la salida del “Gringo” del club de Liniers, Vaccari regresó al club para convertirse en DT de la Reserva de Vélez, donde permaneció casi un año y medio.

Al consumarse la renuncia de Mauricio Pellegrino en la conducción del plantel profesional, Julio Vaccari asumió como DT interino del primer equipo de Vélez, clasificándolo a octavos de final de la Copa Libertadores, hasta ser luego reemplazado por Alexander Medina. Una vez conquistado el logro copero, fue contactado por Defensa y Justicia para ser el nuevo DT principal del Halcón, donde atraviesa un presente inmejorable.

Su equipo se encuentra tercero a nueve puntos del líder River y, en la Copa Sudamericana, aparece segundo con seis unidades a uno del puntero de su grupo, Millonarios de Colombia. Lleva siete partidos sin perder, de los cuales seis fueron victorias y, hasta el último encuentro que terminó en empate 0-0 con san Lorenzo en el Nuevo Gasómetro, había metido una racha de seis triunfos consecutivos. Ahora, recibirá a Estudiantes el próximo domingo en su estadio para seguir con la ilusión intacta de pelear hasta el final.