Con premio consuelo, Estudiantes volvió al trabajo
Todavía sin poder ganar, pero con la sequía goleadora que terminó con el gol de Leandro Díaz, el Pincha se entrenó en el Country de City Bell con la mira en Defensa y Justicia.
Estudiantes convirtió tras 697 minutos sin hacer goles pero no es la mayor sequía registrada. En el Clausura 99, Ferro no metió un solo gol en 10 partidos.
22/12/2020 - 15:04hs
Estudiantes logró terminar con el suplicio tras 697 minutos de amarguras y gargantas secas con un cabezazo de Leandro Días que logró cortar con la mala racha. Finalmente, el Pincha logró meter un gol (el primero del torneo) y acabar con el peor registro de sequías desde el año 1993 cuando estuvo 649 sin meter goles.
Sin embargo, cabe preguntarse, ¿puede ser peor? La respuesta es sí, puede ser mucho peor ya que Ferro estuvo 875 minutos, es decir 10 partidos consecutivos, sin poder meter un solo gol.
Corría el Clausura 99 y Ferro durante los primeros 9 partidos no fue capaz de mandar la pelota tras los tres palos ni una sola vez. Los hinchas estaban abrumados ya que no solo la falta de gol los desalentaba, sino por los malos resultados y un juego que no era mejor.
El equipo venía de sufrir cuatro derrotas consecutivas con Boca, Gimnasia, Huracán y Belgrano. Después consiguió empates cero a cero con Newell´s, Racing, Platense, Colón y Vélez.
Finalmente llegó la hora de enfrentar a nada más y nada menos que River, un equipazo que venía segundo tras Boca y que tenía un buen andar en la Libertadores. Por eso los hinchas del verde se prepararon para el fiasco.
El primer tiempo Ferro sufrió el baile al que estaba acostumbrados y a los 57 minutos cayó el primer balde de agua fría con un gol de Damián Álvarez para River.
Obviamente que los hinchas no se sorprendieron pero a los 63 minutos, Chaparro consiguió lo que parecía imposible: un gol. De esa forma, Ferro logró acabar con 875 minutos de agonía y sufrimiento.
El partido finalmente terminó 2 a 2 y la campaña del 99 fue el inicio de una larga desdicha para el verde en el descenso. Pero la desgracia ajena siempre sirve de consuelo y esperanza cuando el norte no está muy claro.