En 1978, el prolífico escritor publicó una novela que trata sobre una epidemia que se extiende por todo Estados Unidos.
Stephen King tenía 31 años cuando publicó The Stand, conocida en nuestro país –por la arbitrariedad de las traducciones– como La danza de la muerte, y como Apocalipsis en una versión posterior y en la miniserie. Está ambientada en unos Estados Unidos lanzados a una guerra impopular, con graves problemas económicos y petroleros, minados por la desconfianza política y por el miedo a una inminente destrucción masiva. En esa tensa atmósfera, un virus es creado artificialmente en una base militar del desierto de California, para ser utilizado como arma biológica.
Se produce una violación a las normas de seguridad en el llamado “Proyecto Azul”, y uno de los militares –Charles Campion– escapa, llevando consigo el virus, sin saberlo. Muere en un accidente automovilístico, y allí se inicia la propagación de la enfermedad.
La cúpula militar encubre el accidente durante todo el tiempo posible. Los periodistas que descubren la verdad son asesinados. Cuando los hechos llegan a conocimiento del presidente, el general a cargo del proyecto se suicida en el laboratorio donde fue creado el virus. No había vacuna porque la idea era crear un virus letal que no la tuviera, y tampoco se hace una vez que eclosiona el virus, porque no ha sobrevivido nadie con conocimientos para desarrollarla.
El virus tiene un nombre simpático –“Capitán Trotamundos”–, pero es de una letalidad feroz, que afecta tanto a seres humanos como a las demás especies animales. Los sobrevivientes en los Estados Unidos se nuclean en distintos grupos, y uno de ellos marcha en procesión en busca de una mujer negra de 108 años de edad, conocida como Madre Abigail, que vive en una granja de Nebraska, a quien consideran la encarnación viva de un símbolo en la lucha contra el mal. Estas personas la erigen como su líder espiritual, y ponen manos a la obra en la construcción de una sociedad asentada en el respeto al otro, que llevará el nombre de “Zona Libre de Boulder”.
Pero no son los únicos que sobreviven al virus. Otro grupo se ha vuelto prosélito de un ser con facultades sobrenaturales, Randall Flagg, un pistolero texano, conocido como “El Hombre Oscuro”, cuya apariencia es solo vagamente humana, ya que puede transformarse en animal y en los sueños de sus seguidores no se le ve el rostro, sino un vacío con dos agujeros rojos en lugar de los ojos. Uno de los personajes lo describe así: “Es como cualquiera que se cruza contigo por la calle. Pero, cuando sonríe, los pájaros caen muertos de los cables del teléfono. Si te mira de determinada manera, la próstata deja de funcionar y la orina te arde. Donde él escupe, la hierba se seca y muere. Está siempre afuera. Nació del tiempo y ni él mismo lo sabe”. Es la contracara demoníaca de Madre Abigail, y ejerce un poder despótico sobre sus seguidores, castigando la desobediencia con tormentos, llegando incluso a la crucifixión. Llevan en un tráiler la cabeza nuclear de un misil y su centro de operaciones es Las Vegas.
Como era de prever, ambos grupos terminarán enfrentándose, pues ven en el otro una amenaza para su propia subsistencia. Pero aquellos que esperan una conflagración hollywoodense entre el bien y el mal donde se decida definitivamente el destino de la humanidad se verán defraudados. Será una cadena de pequeños acontecimientos la que acabará con los seguidores de Flagg. Sin embargo, Stephen King no se permite el optimismo. Hacia el final del libro, un personaje le pregunta a otro si la especie humana pueda aprender de sus errores. “No lo sé”, es la respuesta.
El libro hecho miniserie
La novela fue adaptada como miniserie, en 1994, por la cadena televisiva ABC, con guion del propio Stephen King, y un elenco que incluía nombres como el de Gary Sinise, Kathy Bates y Ed Harris. King ya había rechazado la posibilidad de que su historia fuera simplificada cinematográficamente en una película, convencido de que si se privaba a la historia del lento desarrollo psicológico que permite escudriñar la más profunda intimidad de los sobrevivientes, iba a quedar reducida a un torpe panfleto maniqueo. Pero sí le entusiasmó la idea de contar la novela en una miniserie dividida en cuatro partes de hora y media cada una. El título de cada una de las partes fue: La plaga, Los sueños, La traición y Apocalipsis.
Cuando se hizo la miniserie, Stephen King ya estaba sentado firmemente en su trono, ya era un multimillonario abonado la lista de Forbes; pero, cuando publicó la novela –la más extensa de su bibliografía–, su editor lo había obligado a sacarle cientos de páginas que el autor volvería a incluir cuando el libro fue reeditado bajo el título de Apocalipsis.
Dijo Mariana Enríquez: “Hay muchas novelas sobre el fin del mundo, muchas distopías posapocalípticas. The Stand es de las más famosas, porque es de Stephen King y porque es adictiva. Y porque los personajes crecen y se vuelven compañeros y tan reales, a pesar de la dicotomía bien-mal un poco rígida”.
A más de un lector del prolífico escritor la actual pandemia le debe haber traído el recuerdo de esta narración, pero el propio King el 8 de marzo de este año tuiteó: “No, el coronavirus no es como The Stand. No es ni de cerca tan grave. Se sobrevive. Mantengan la calma y tomen todas las precauciones razonables”.