Milena Salamanca, a los escenarios
En diálogo con este multimedio, la cantante de música popular reflexionó sobre su actualidad y presentó el show que dará esta noche en la ciudad.
Entrevista ExclusivaActuó en muchos de los grandes clásicos del cine estadounidense. En su último protagónico fue un argentino, Luis Puenzo, quien lo dirigió.
25/09/2021 - 00:00hs
Hay actores que despiertan una complicidad casi inmediata con la platea. Gregory Peck era uno de ellos. La imagen dominante en sus películas es la del hombre bien pensante y de indiscutible integridad moral, actitud que también demostraba también fuera de la pantalla, con sus numerosas actividades solidarias y un fuerte compromiso social.
Nació en La Jolla, California, el 5 de abril de 1916, se interesó desde joven en la actuación y, a diferencia de muchos actores de la época, no desarrolló una carrera que lo llevara gradualmente al estrellato, sino que, tras un llamativo debut teatral en Broadway en 1942 (en The morning star de Emlyn Williams), protagonizó directamente Días de gloria, una película hecha para exaltar la resistencia soviética al nazismo, apenas un año antes de que terminara la guerra y los comunistas pasaran a ser el enemigo de las siguientes décadas, por lo que Hollywood prefirió condenarla al olvido.
En 1945, hizo el papel protagónico en la película La luz es para todos, en la que encarna a un periodista que denuncia el antisemitismo existente en Nueva York, actuación que colocaría a Gregory Peck entre los grandes actores norteamericanos. Pero su papel consagratorio lo hizo en 1962 en Matar a un ruiseñor, una película basada en una novela de Harper Lee, que le permitiría a Peck alzarse con el único Óscar que ganó en su carrera. Un gran alegato contra la discriminación racial y la violencia que entraña.
Protagonizó muchas de las películas que hoy son consideradas clásicos, como Cuéntame tu vida, dirigida por Alfred Hitchcock, en la que tuvo a Ingrid Bergman como compañera de elenco; Moby Dick, de John Huston, la novela de Herman Melville adaptada al cine por Ray Bradbury; o Duelo al sol, un western de 1946, que fue muy controvertido en su época por su alta carga de erotismo.
Gregory Peck, como Laurence Olivier, Max von Sydow y Sean Connery, consiguió retornar al candelero en esos momentos en que la carrera de muchos actores suele llegar a su fin. Y no volvió para hacer actuaciones secundarias, sino notables protagónicos. Desde los comienzos, Peck se animó a representar personajes ambiguos y hasta directamente malvados, y no redujo ese riesgo a medida que fue avanzando su carrera. Un ejemplo de ello es el papel que le hizo representar Martin Scorsese en su remake de Cabo de miedo: un abogado mentiroso que con palabras solemnes y grandilocuentes protege al criminal.
Su papel en La profecía, una película de terror de 1976, le aseguró el reconocimiento y la admiración de toda una nueva camada de espectadores. El filme superó barreras generacionales y lo colocó en un lugar de privilegio. Se trataba de una producción del cine de terror satánico, subgénero que había arrancado más o menos con El bebé de Rosemary y que llegó a la cima del éxito con El exorcista. Su actuación es notable, llena de escenas truculentas, que incluyen la de llevar a un niño a la iglesia para asesinarlo.
En 1977 interpretó al general Douglas MacArthur, en MacArthur, y, para dar cuenta de su extrema versatilidad, cabe mencionar la película que hizo al año siguiente, Los niños de Brasil, en la que se puso en la piel de Josef Mengele, haciendo un contrapunto actoral de excelencia con Laurence Olivier.