En un repaso histórico por los ciclos, personajes y figuras que marcaron un momento de la TV argentina, diario Hoy recuerda en esta oportunidad el género televisivo que “sacaba los trapitos al sol” de los desconocidos.
A mediados de la década del 90, la Argentina recibía un formato ya probado en los países del primer mundo. Una conductora carismática, siempre lookeada en colores pasteles y trajes a la moda, presentaba una problemática íntima y los invitados padecían o se relacionaban con la cuestión. Vale mencionar que se trataban tópicos actuales o de interés general.
Los dramas expuestos tenían que ver con infidelidades, engaños, miserias, escándalos, enfermedades, ludopatía, traiciones, ovnis, brujería y todas aquellas temáticas que pudieran levantar el rating de la tarde.
En Argentina, el más serio de estos programas era conducido por María Laura Santillán, quien estaba acompañada por los invitados, pero también por psicólogos y sociólogos que ayudaban a echar luz sobre los temas.
Por su parte, Lía Salgado fue otra precursora de este tipo, que hacía de guía para quienes miraban su show. Luego, hizo una secuela de programas para irse por la puerta grande a hacer radio y dedicarse a su familia.
La audiencia de estos realities era muy fiel a estos divertimentos, por lo que continuaron consumiéndolos para amenizar sus jornadas de ocio.
Marcelo Polino supo estar al frente de ZAP, un programa en el que los famosos más mediáticos y otros personajes en ascenso como Oriana Junco, Guido Suller, el fallecido Larva y Mitch “El Rey de la Noche”, entre otros, se disputaban sus intimidades y revelaban sus fantasías en la segunda tarde de la pantalla chica.
Con notable éxito en Argentina, esta repercusión también se replicó en otros países de Latinoamérica gracias a formatos populares. Con base en Estados Unidos, Cristina Saralegui, Ellen De Generes y Oprah Windfrey aportaron sus picantes personalidades a cambio de llevar a cabo estos procesos televisivos. Luego, comenzaron a gestarse otros similares pero con aristas jurídicas, donde un abogado o juez retirado trataba de lidiar entre las partes de un mismo conflicto.
Por último, con el cambio de milenio, los consumos culturales cambiaron; la televisión abierta y la de cable también comenzaron a tener la competencia de las plataformas digitales, que llegaron para quedarse. Además, se suma la vorágine y réplica de las redes sociales, que son también emisoras de contenidos.