Cultura

Los Simpson, una familia disfuncional que todos sentimos propia

Sus fans se saben diálogos enteros de memoria, como si se tratara de las letras de sus canciones favoritas. Esta serie que ya tiene 32 años y más de 600 capítulos marcó un quiebre en la historia de los dibujos animados.

Aparecieron por primera vez en 1986, como parte de The Tracey Ullman Show, un programa semanal de la televisión estadounidense. Tres años más tarde, el productor James L. Brooks convenció a la Fox de que la creación de Matt Groening, un dibujante de por entonces 35 años, tenía potencialmente un inmenso público esperándolo. De esta manera, la familia Simpson tuvo media hora en un horario central.

Desde el comienzo, la serie cosechó un éxito inesperado, y su creador se movía por los pasillos del canal ante la reverencia de todos, pese a que andaba en shorts y camisas hawaianas, y no en severos trajes cruzados como los altos ejecutivos de la cadena. ¿Qué es lo que hizo que esa familia fuera adorada por un público tan diverso que va desde niños hasta intelectuales, y llegara a ser considerada por la revista Time como la mejor serie del siglo XX?

En sus años de caricaturista de medios gráficos, Groening ironizaba sobre el estilo de vida americano, el establishment y el conformismo social impuesto por el poder para perpetuar el statu quo. Llegó a la televisión con la aspiración de ser una suerte de caballo de Troya, capaz de ocuparse de temas tabú y tocar asuntos intocables, pero pronto se vio enfrentado a una paradoja: toda forma de inconformismo es digerida por el sistema mediático hasta volverla inocua: “No creo que hoy en día se pueda cambiar la mente de alguien con estas cosas”. La televisión podía llegar a ser catártica, pero no transformadora.

Una vez dentro del medio, Groening fue adoptando una postura cada vez más escéptica sobre el poder real de la “caja boba”. En un texto escribió que la televisión puede embrutecer a la gente con sus “programas basura”, pero “24 horas de programas inteligentes no bastarían para cambiar la sociedad. El poder real pasa por otro lado”.

Una radiografía de la vida contemporánea

La serie es una brillante radiografía de la clase media estadounidense, muestra sin remilgos sus valores y miserias, pero no desde un moralismo hueco o una bajada de línea política, sino con una mirada comprensiva y encubierta por el humor más disparatado. La originalidad de la serie quizá radique en eso: comprensión hacia los individuos, escepticismo en lo que hace al rumbo social.

No hay villanos ni héroes: así como la maldad de Burns no alcanza para convertirlo en el villano de la serie, tampoco Ho­mero Simpson u otro miembro de la familia puede ser considerado un héroe. Springfield es un pueblito con los rasgos propios de todos los pueblitos, como esos barrios de casitas iguales que habitan los personajes de las películas de Tim Burton.

Noticias Relacionadas