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La artista interdisciplinaria presenta su más reciente producción y también recorre su vasta trayectoria.
02/05/2022 - 00:00hs
Formada como artista interdisciplinaria, Maia Mónaco recorrió las danzas contemporáneas, el teatro, el canto y la investigación.
A lo largo de su carrera, compartió escenario con múltiples colegas alrededor del globo terráqueo.
A mediados del 2020, cuando el mundo tal como lo conocíamos se detuvo debido a la pandemia del coronavirus que aún permanece con ciertos resabios, la mujer lanzó Raíz, un disco que cuenta con la participación de sus dos hijos: Valentín y Manuel.
En los años 80 creó junto a un grupo de amigos el ciclo Medio Mundo y también tuvo su recorrido por el mítico Parakultural, que fue la cuna de las propuestas under con el advenimiento de la democracia.
En su trayectoria también trabajó con otros referentes de la Argentina tales como Edgardo Cardozo, Carmen Baliero, Bárbara Togander, Martín Pavlovsky, Leonor Manso, Cristina Banegas, Virginia Innocenti, Guillermo Pesoa y Eduardo Kusnir, entre otros.
En diálogo con este multimedio, la mujer, que también se encuentra en las vísperas del lanzamiento de su más reciente material, recorrió su carrera, mostrando cuáles fueron las fortalezas en el camino andado.
—¿Bajo qué circunstancias te adentraste en el arte? ¿Cuál fue el momento en que iniciaste tu camino por estos senderos?
—No sé si puedo referirme a una época en particular, pero puedo decir que pasé por miles de circunstancias. La primera imagen que me viene es una foto donde tendría 2 años y estoy tocando una mandolina. Es una foto que sacó Víctor Gripo, un gran artista que justamente fue uno de los exiliados de la ciudad de La Plata, donde la Dictadura cívico-militar tuvo tanto impacto. Luego se fue a París. Las circunstancias me llevan a esas imágenes, me veo pequeña. Después, como a los 7 años, estuve en un ballet de chicos. En este contexto, las posibilidades eran muy reducidas, entonces mis recuerdos eran escuchando música, acostada en el piso, sintiendo la vibración de un parlante. Allí tomaba muchas clases de danzas, hacía lo que podía junto a compañeras de colegio. Luego, con el advenimiento de la democracia, comenzamos a iniciar el espacio Medio Mundo Varieté, una cooperativa de artistas de aquel momento. Fue un lugar de mucha apertura, de expansión, de innovación. Esas fueron muchas. La última puede decirse que fue la pandemia donde salió mi disco Raíz, que era un estreno de mi proyecto solista. Salió el 20 de marzo del 2020 y, en noviembre de 2021, saqué un EP llamado Cosmos, que se llevó a cabo en la soledad y particular introspección de la cuarentena. Si bien fue obligada, suelo cultivar muchísimo estos espacios de introspección; el hecho de no poder salir de mi casa... tenía otros desafíos diferentes. Así sucedió todo.
—¿Qué encantos encontrás en las disciplinas artísticas que llevás a cabo? ¿Qué magia nacen a partir de ellas?
—Primero me gusta la palabra encanto, de encantamiento; cantar tiene que ver con encantar. Es ese magnetismo que se crea. Cada disciplina tiene su manera de encantar. Creo que justamente fui sumando y tejiendo una con otra. Pues, como sucede en diferentes etapas de la vida, me siento más encantada con unas que con otras. Hubo momentos en que hice más teatro o danzas. Ahora me siento en eje con la música. Y el encantamiento del cantar, la magia de la voz hablada, de la voz cantada, de la voz como sonido, de la naturaleza, entre otros. Me hace síntesis de todo lo demás y entonces aparece la magia de la danza, del teatro.
—¿Cómo surge esta propuesta? ¿Qué destacás de tu producción?
—Tiene que ver con los ensambles de artes que han atravesado en mi vida. Siento que lo soy. Un poco también por haber sentido la frustración de no poder presentar los discos justamente por las circunstancias planetarias que venimos pasando. Entonces sentí que ya no era lo mismo el hecho de insistir en una presentación convencional, por decirlo de alguna manera posible. Así tuve que generar un espacio de encuentro donde compartir lo que hago y que la gente pueda venir a ser parte para expresarse también. Así nace esta idea que propone una experiencia. Es por ello que invité a una disc jockey que me gusta mucho y conocí en Chapadmalal una vez que toque allí. Su set me resultó muy afín, muy orgánico, entonces decidí hacer una combinación de compartir los temas de los discos con músicos que me acompañan y ensamblarnos con los momentos de DJ set. Así la gente podrá danzar, expresarse y yo dejaré de ser un poco el centro de atención.
—¿Qué otras aristas están en juego? ¿Qué sensaciones te rodean?
—El hecho también de probar momentos de improvisación, que haya bailarines, imágenes, una danza del encuentro de diversas disciplinas. Parte de la idea es generar un ambiente onírico.
—¿Qué expectativas tenés respecto a este acontecimiento?
—Pasarlo bien en el sentido de disfrutar, de estar compartiendo el arte. Me encantaría que sea una experiencia viajera que podamos hacer a distintos lugares. Que cada vez haya más artistas invitados locales donde sea que estemos. Esa es parte de la expectativa. La magia de la voz me acerca a la sabiduría antigua de chamanas de pueblos originarios, esas voces ancestrales, crudas sin apoyo armónico, conectadas con la tierra, las plantas maestras, esas voces de ceremonia y sanación. Siento que hay que conectar desde ahí, me sorprendió como una magia de mi propia voz que no esperaba. Es decir, una conexión con el trabajo conmigo misma.
—¿Qué ideas subyacen en la obra? ¿Cuáles son las aristas que resaltás?
—Creo que ya está un poco claro que quiero generar un espacio de encuentro, una ida y una vuelta. También el hecho de compartir la situación ritual que viene siendo en mi vida, una suerte de práctica. Esta idea de los sahúmos con hierbas, como el hecho de generar un espacio donde se pueda inspirar bonito en el más amplio de los sentidos.
—Con una trayectoria tan intensa en tu haber, ¿hacés alguna suerte de análisis respecto a tu recorrido?
—La verdad es que vengo en un camino menos mental, no hago ningún análisis. De esta manera, está bueno que los análisis los hagan entonces los profesionales de ello, mientras que los artistas hagamos arte. A veces, opinamos un montón y solo siento la capacidad de observar, percibir que hay más relación con un estado de conciencia. Sobre todo en la música. La verdad es que no estoy realmente empapada del panorama mundial como para decir qué trata. Sin embargo, con los artistas que voy linkeando y con las nuevas músicas, siento que hay algo muy de retomar esto de la memoria ancestral. También una nueva forma con la música electrónica como un paisaje que une algo de lo ancestral de diferentes geografías con lo moderno, para ponerlo en presente.
—¿Por qué recomendarías esta producción al público?
—Te recomendaría que vengas a ser parte de una experiencia en relación a las sensaciones, al encontrarse, al transmutar emociones, a escuchar una música no muy habitual por decirlo de alguna manera, que conecta con paisajes diversos, tiene imágenes. Algo que dicen muchos, según la devolución que vengo teniendo desde que salió el disco, es que va directo al pecho. Entonces recomiendo que vengas a danzar las sensaciones, a encontrarte con otras almas en una comunión, en ser parte de recuperar esta trama humana que quedó bastante fisurada en algunos lugares y siento que también muy fortalecida en encuentros álmicos.