cultura

Reúnen valientes textos de Rafael Barrett

Escribió una docena de libros imborrables y fundó una literatura y una ética.

Espectáculos

13/11/2020 - 00:00hs

La editorial Mil Botellas ha reunido un conjunto de textos del escritor español Rafael Barrett desperdigados en diarios, revistas y libros. En ellos el autor muestra su sensibilidad ante la injusticia en valientes artículos que le valieron el odio de los poderosos. Un escritor al que Borges no vaciló en calificar como “genial”.

Por su parte, escribió Abelardo Castillo: “Barrett estuvo entre nosotros seis años. En el relámpago de ese tiempo se hizo revolucionario. Escribió una docena de libros imborrables y fundó una literatura y una ética. Murió en 1910, a los treinta y cuatro años, edad en que otros escritores empiezan a pensar qué harán de sus palabras o de su vida”.

Rafael Barrett tuvo una vida caudalosa que empezó en España, donde parecía tener un destino de encumbrado dandy de Corte, ya que estaba emparentado con la Casa de Alba. Excéntrico, tenía la costumbre de dilapidar su riqueza y batirse a duelo.

Pero el autor cambia completamente de rumbo hacia 1904, cuando se radica en América, donde se vuelve uno de los hombres más profundos que dio el anarquismo como movimiento político.

Estaba convencido que no es como espectadores que descifraremos la realidad, sino como actores, y que hay que sentir “la infamia de la especie en las entrañas”. Él radiografió con ferocidad el Paraguay en el que se afincó a principios del siglo veinte. Habló de las condiciones de esclavitud en las que trabajaba el obrero paraguayo. Así nacerían los escritos El dolor paraguayo: lo que son los yerbales.

Pero no solo fue un espectador lúcido, sino que también participó de las revueltas populares “para ver si encuentro la bala que me mate”.

Augusto Roa Bastos, en el prólogo del libro, señala que la vigencia de la figura de Barrett “no hace sino volverse cada día más imperativa” y agrega: “Barrett nos enseñó a escribir a los escritores paraguayos de hoy”. Este libro es una prueba de que Roa Bastos no exageraba.

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