El descubrimiento podría arrojar luz sobre la evolución del sistema solar y la formación de planetas.
Después de una espera de siete años y un viaje interplanetario, la nave OSIRIS-Rex de la NASA regresó a la Tierra el pasado 24 de septiembre, trayendo consigo una carga invaluable: 250 gramos de material de un distante asteroide llamado Bennu.
Una vez en tierra, los científicos de la NASA llevaron las muestras de Bennu a un laboratorio provisional en el desierto de Utah, donde comenzaron a analizarlas. Sin embargo, la tarea no resultó tan sencilla como se esperaba. El mecanismo de apertura del contenedor de las muestras se bloqueó debido a la cantidad de material recolectado, lo que llevó a un desafío adicional para recuperarlas sin contaminación.
Después de meses de esfuerzo, en enero, los expertos finalmente lograron abrir el contenedor y acceder a las muestras prístinas de Bennu. Este material, sin contaminar, se ha convertido en el centro de un intenso estudio utilizando la tecnología más avanzada disponible.
Uno de los aspectos más intrigantes que han surgido de este análisis es la posibilidad de que Bennu sea parte de un antiguo mundo oceánico. Los expertos de la NASA han teorizado sobre el origen de este asteroide errante, sugiriendo que podría contener evidencia de la presencia de agua en su pasado distante.
El descubrimiento potencial de un antiguo mundo oceánico dentro de Bennu podría arrojar luz sobre la evolución del sistema solar y la formación de planetas. Además, podría proporcionar pistas sobre la posible existencia de vida en otros lugares del universo.