CULTURA

Martha Mercader, una escritora platense que conoció la fama y el olvido

Trabajó en uno de los ciclos televisivos más exitosos de nuestro país y fue autora de best sellers. Hoy pocos la recuerdan.

Escribir, al menos para Martha Mercader, representaba un permanente estado de salto al vacío, adrenalítico pero a la vez cargado de una dosis inquietante de inconsciencia. Toda su apariencia de señora formal se diluía en un torrente de apasionadas palabras tan instantáneamente que quien la escuchaba se preguntaba dónde tenía escondida su lanza. Encantadora y locuaz, logró desempeñarse en tantas funciones (culturales y políticas) que parecía capaz de llevar adelante cualquier deseo.

Alguna vez, Mercader reconoció que su vocación no terminaba de aflorar porque tenía internalizados muchos roles femeninos. Nadie le prohibió que escribiera, pero tampoco la estimularon a ello; y como tenía a su alrededor gente “muy importante” que opinaba con mucha seguridad sobre muchas cosas, se le hizo muy difícil quebrar esas normas heredadas. Sin embargo, desde chica conoció el placer de escribir y adquirió, sobre todo, una gran sensibilidad política.

Martha Mercader nació en La Plata el 27 de febrero de 1926 y se crió en el seno de una familia de clase media con pretensiones de distinción. Según ella, vivir la adolescencia en un lugar así fue atroz, porque no tenía modelos que la inspirasen o nuevos carriles que elegir: su mundo había quedado suspendido, inmóvil, y quienes lo integraban no tenían otro horizonte que su pequeño universo familiar y laboral. Vivió todos los conflictos que pudo vivir una mujer “moderna y acelerada”, porque su cabeza funcionaba así, pero no sus maneras. “Yo capté infinidad de corrientes, que estaban sueltas por el mundo en grandes capitales, y las viví yo solita y mi alma en una ciudad como La Plata. De ahí que puedo comprender profundamente la lucha de la mujer y me apasiona todavía ese punto de vista”, declaró.

Su vasta trayectoria empezó como docente. Se recibió de profesora en la Universidad Nacional de La Plata, a los 23 años era egresada de la Facultad de Humanidades. Había estudiado Filosofía e Inglés, pero dejó la primer carrera y decidió continuar con el idioma, porque se dio cuenta que como profesora de inglés lograría independizarse económicamente más rápido. Apenas finalizó sus estudios se inscribió en una beca que ofrecía el Consejo Británico para estudiar en Londres y la ganó. De esta manera saltó de La Plata a Londres, sola, sin haber pisado ni siquiera Buenos Aires antes. Fue la etapa en la que más se descubrió a sí misma.

Hay muchas personas que olvidan cuando crecen lo mucho que les costó aprender a leer, cuando quizás se trate del mayor esfuerzo emprendido por el ser humano. Sin embargo, su llegada a la literatura representó un acto de justicia, una predestinación que llevaba escrita en su interior. A Martha Mercader siempre le gustó escribir, pues se daba en ella como algo gratuito, pero durante toda su vida tuvo que cumplir con otros imperativos vitales. Se casó y al poco tiempo, se separó, de modo que crió sola a sus dos hijos. No obstante, poco a poco iría abriéndose camino. “La culpa fue mía, porque igual lo tendría que haber hecho, pero era hipercrítica y entonces lo dejaba pasar. Me decía que si ya escribieron Shakespeare, Marcel Proust y Dostoievski, yo qué voy a escribir”, contó.

Fue Directora de Cultura de la Provincia de Buenos Aires entre 1963 y 1966. Aunque siempre estuvo convencida de que sin aunar voluntades poco se puede cambiar. “Un ministro de educación no puede hacer nada sin el respaldo del Gobierno, quien le tiene que dar prioridad a la obra de educación y cultura”, afirmó. Durante el período 1993 - 1997, fue diputada de la Nación por la Unión Cívica Radical.

Escribir apasionadamente

Fue una prolífica escritora de cuentos, dramas, novelas, ensayos, obras de teatro e incluso guiones cinematográficos de éxito rotundo, como Solamente ella y La Raulito. Además, la novela Juanamanuela mucha mujer fue uno de los libros más vendidos en 1980. Sin embargo, ella nunca se consideró “fabricante” de best sellers.

Siempre que escribió lo hizo apasionadamente, teniendo en cuenta al público, pero no como una meta principal. Vivió en carne propia lo difícil de procurarse el tiempo para aprender el oficio. “Pues en el escritor se dan cosas, algo que es innato. A una persona, por más inteligente y dotada que sea, si no le gusta no la podes volver un escritora”, explicó la autora.

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