Cuando Jorge Amado conoció a Bertolt Brecht

Bertolt Brecht estaba sentado en un sillón, con una copa en la mano, cuando entró Jorge Amado. Tenía los cabellos cortados al rapé, la túnica ajustada, había en la austera silueta de Brecht algo de soldado. La casa estaba en los alrededores de Berlín. Brecht era el centro de la reunión, cuando él intervenía en la conversación un silencio respetuoso lo rodeaba. Se parecía a un combatiente un poco fatigado por la lucha, pero firme en su trinchera. De tanto en tanto, en medio de la conversación, sonreía casi tímidamente, era su manera de decir que estaba contento. Jorge Amado sentía auténtica devoción por Brecht: “Pocas obras de escritores contemporáneos están tan impregnadas en la idea de la paz. Él fue el soldado de la causa del hombre”, dijo.