James Brown estuvo
en los inicios del soul y del funk, y muestra su vigencia siendo inspiración de las nuevas generaciones de raperos norteamericanos.
Se suele hablar de él como de uno de los que cambió la cara a la música de la segunda mitad del siglo veinte. James Joseph Brown nació el 3 de mayo de 1933 en Carolina del Sur, sus padres lo abandonaron a los cuatro años y vivió con su tía, que era la madama de un prostíbulo. Hacía de todo para ganarse la vida: lustrabotas y, cuando era la temporada, cosechero de algodón. También practicaba actividades menos lícitas: robo de piezas de automóviles. Fue preso a los 16 años, y eso para él fue una bendición. En la cárcel conoció al cantante Bobby Byrd, quien estaba detenido por algunos delitos menores. Cuando James salió de prisión, a los 19 años, había decidido dedicar su vida a cantar. Ingresó en el grupo de góspel Starlighter, pero él quería comerse el mundo a tarascones, y eso, hay que hacerlo solo, por las tuyas. En abril de 1956 lanzó su primer disco simple que tendría su primer hit “Please Please Please”, que vendería un millón de copias y le aseguraría contrato con una grabadora importante. A partir de allí, los éxitos comenzaron a acumularse.
Jamás olvidaría sus orígenes ni perdería el orgullo de su negritud: “Cuando era chico estaba reglamentado que los blancos estaban aquí y los negros, allá. Yo luchaba por la negritud porque era lo único que veía. Pero cuando salí y vi el mundo, tuve que luchar por la gente. ¿Si desconfiaba de los blancos? No. Pero hoy desconfío de la mayoría de la gente de negocios porque cuentan mi dinero en vez de contar el de ellos”. Poco tiempo después del asesinato de Martin Luther King –el 4 de abril de 1968-, compone Say It Loud, I’m Black and I’m Proud («Dilo alto, soy negro y estoy orgulloso»), que sería adoptado como himno por la organización Panteras Negras. Era amigo de Muhamad Alí. Por eso el boxeador estuvo feliz de que fuera James Brown quien cantara, en Zaire, cuando recuperaría la corona mundial contra George Foreman, en 1974.
Sin su manera de cantar sobre un escenario serían impensables Mick Jagger, Prince y Michael Jackson. Este hombrecito negro de pelo batido, desde la primera canción, entraba en combustión y amenazaba incendiarlo todo. Todos salían calcinados de esa experiencia, bailando sudorosos y lanzando gritos guturales.
Le gustaba vestir de manera estrafalaria, compraba las emisoras de radio que le gustaba escuchar, los restaurantes donde comía bien, no se cuidaba de las drogas ni de la velocidad, y llevaba a pasear a sus amigos en su jet privado. Aplicaba fuertes multas a sus músicos cuando desafinaban o quedaban fuera de tempo. A veces, derrapaba en la violencia –como lo declararon varias de sus esposas-. En 1988 se le inició un proceso penal por amenazar con armas a un vecino. Fue sentenciado a seis años de prisión, después de quince meses lo soltaron bajo fianza y tuvo que hacer trabajo comunitario. Diez años después fue vuelto a procesar por tenencia de armas y consumo de drogas.
Para el cuarto regreso de la saga de Rocky Balboa, Sylvester Stallone se propuso –y lo logró- que fuera James Brown quien cantara “Living in América”, cuando Apollo Creed regresa al cuadrilátero para una exhibición con el boxeador soviético Iván Drago.
Decía respetar todo tipo de música: “ pero los músicos de hoy sólo funcionan enchufados y la computadora hace todo por ellos. Sin embargo, aún quedan músicos de escenario, que extraen la música de sus instrumentos y no de complejos equipos electrónicos. Hay que volver a la alegría de hacer música, volver a los instrumentos”.
Estuvo tres veces en nuestro país. La primera fue en 1997, con actuación en Obras Sanitarias. Seis años después, demostró en el Luna Park que la leyenda continuaba –lugar al que volvería cuatro años después-.
Al día siguiente de ir a entregar juguetes a un hogar de huérfanos, fue al dentista, quien lo instó a que se hiciera revisar por esa tos persistente que tenía. Era una neumonía, pero todo se fue complicando y desembocó en un ataque al corazón. Murió el 25 de diciembre de 2006, a los 73 años, dejando su trono vacante. Nadie se atreve a ocuparlo.