El gran amor de Mariano Moreno
El romance de María Guadalupe Cuenca y el secretario de la Primera Junta es uno de los más tórridos y desolados de nuestra historia.
CULTURAEl romance de María Guadalupe Cuenca y el secretario de la Primera Junta es uno de los más tórridos y desolados de nuestra historia.
25/09/2025 - 00:00hs
María Guadalupe se había casado con Mariano Moreno a los catorce años en la ciudad de Charcas y sin el consentimiento previo de los padres de él. Ella había nacido en el Alto Perú, él era porteño. A mediados de septiembre de 1805, Moreno, junto con ella y el hijo de ambos, Mariano Moreno Cuenca, decidieron emprender el viaje a Buenos Aires. Moreno regresó así, luego de recibirse de abogado, cerca de sus padres para integrarse plenamente a la vida forense.
Son célebres las cartas que María Guadalupe le envió a Moreno entre el 14 de marzo y el 29 de julio de 1811, sin saber que ya había fallecido en Alta Mar, el 4 de marzo. Fueron aproximadamente 15 cartas de la cuales llegaron a conservarse 11, donde le transmitió sus angustiosos sentimientos y pensamientos ante su partida hacia la Corte de Londres en una misión diplomática. En su inmediatez esas cartas simbolizaron un testimonio único de una mujer que vivió la revolución junto a su marido y se identificó con “tu partido”, al mismo tiempo que se sintió atravesada por una circunstancia que no buscó y lo alejó de él.
Cuando Moreno se embarcó con destino a Londres, María Guadalupe tenía 20 años; él 32, y en una de sus cartas recordó ese traumático momento: “solo Dios sabe la impresión y pesadumbre que me ha causado tu separación porque aun cuando me prevenías que pudiera ofrecérsete algún viaje, me parecía que nunca había de llegar este caso”.
Desolada y preocupada continuó escribiéndole decenas de cartas, mezcla maravillosa de amor y pasión política. En ellas le decía a su amado esposo: “Moreno, si no te perjudicas procura venirte lo más pronto que puedas o hacerme llevar porque sin vos no puedo vivir. No tengo gusto para nada de considerar que estés enfermo o triste sin tener tu mujer y tu hijo que te consuelen y participen de tus disgustos; ¿o quizás ya habrás encontrado alguna inglesa que ocupe mi lugar? No hagas eso Moreno, cuando te tiente alguna inglesa acuérdate que tienes una mujer fiel a quien ofendes después de Dios […] “.
Aquellos largos meses sin noticias de su marido le parecieron a María Guadalupe años, y no perdió ocasión de escribirle cada día más preocupada por su falta de respuesta, su salud y los acontecimientos en Buenos Aires. En todos esos envíos le advertía a Moreno que tuviese cuidado con sus respuestas y elija personas de confianza para enviar las cartas, no “bajo la cubierta de la Junta”. Pero María Guadalupe no encontró consuelo, y presagió que la muerte de alguno de los dos podía suceder en cualquier momento y antes de poder reencontrarse. Ciertamente, los largos meses de viaje por tierra o interoceánicos estaban llenos de peligro.
Asimismo, esos temores reflejaban el clima cada vez más denso de incertidumbre derivado de los últimos acontecimientos vividos por Moreno y su familia debido a los desacuerdos que lo habían llevado a renunciar a la Junta el 18 de diciembre de 1810. Moreno se había opuesto a la integración de los diputados del interior a la misma por considerar que esta medida iba a alejar la reunión de un congreso constituyente de los pueblos para decidir sobre la futura suerte del Virreinato del Río de la Plata.
Meses más tarde, sumida en la pobreza y armada de toda su inmensa dignidad, Guadalupe solicitó una ayuda económica al Primer Triunvirato. Decía en su carta que pensaba que ni la patria ni su “gobierno podrán mostrarse indiferentes a nuestra miseria ni ser insensibles espectadores de nuestro amargo llanto, y de las ruinas y estragos que nos ha ocasionado el más acendrado patriotismo”.
Los servicios prestados por Moreno a la patria, por los que su viuda reclamaba la pensión, fueron valuados en treinta pesos fuertes mensuales. El sueldo de cada uno de los miembros del Triunvirato era de ochocientos pesos fuertes.