Suplemento especial- 134º aniversario de La Plata

El majestuoso Teatro Argentino

En 1890, Otello, la magnífica pieza de Giuseppe Verdi, inauguró los escenarios del gran Teatro Argentino de La Plata. En ese entonces, la administración privada logró una notable trascendencia gracias a las presentaciones internacionales de Richard Strauss y Pietro Mascagni, entre otros, como también brindó chances a los artistas incipientes de la ciudad. 

Pasó el tiempo y la sociedad comercial a cargo de la institución teatral presentó la quiebra y el normal funcionamiento de la sala se vio en peligro. En 1937, el gobierno provincial tomó cartas en el asunto e intervino para dar inicio a una gestión estatal. En ese momento se conformaron los cuerpos estables de diversas disciplinas artísticas y comenzó a funcionar como teatro oficial. 

El transcurso habitual de la vida dentro de este espacio se interrumpió por un fatídico siniestro. Una noche de octubre de 1977 un incendio voraz arrasó con el templo del arte, dejando en pie solo las paredes exteriores. La dirección de ese entonces optó por acabar de demolerlo para construir un edificio nuevo.

El Teatro Argentino de La Plata es una institución imaginativa, rebelde, cuestionadora, que se atreve a problematizar e ir más lejos que sus antecesores. En 1999 sucedió la ansiada reapertura, que dio inicio a un camino de desafíos y superaciones constantes. Los cuerpos estables debieron adaptarse a la evolución de la institución, que se vio afectada por las dificultades que atravesó el país, como la crisis de 2001, además de asperezas y roces con las gestiones administrativas. 

El universo artístico prefirió el camino de la producción propia, la revalorización del arte y la posterior apertura hacia toda la comunidad. Para llevar a cabo el plan de acción se crearon áreas técnicas dentro de la sede. En esta etapa, el trabajo interdisciplinario permitió que los saberes específicos pusieran en marcha una suerte de “superindustria cultural”. La escuela de arte, la ópera, el teatro, el ballet y los conciertos forman parte, en la actualidad, de las puestas en escena cotidianas. Sobreponiéndose a los hechos del pasado y festejando los logros de estos tiempos, la superindustria demostró, una vez más, que siempre es posible renacer como el ave Fénix. 

Lo que se hereda no se roba

Para dar cuenta del valor cultural de la institución, accedimos a un cálido testimonio de vida de una persona que creció en ese universo teatral. Zacarías Gianni es oriundo de la ciudad de La Plata, hijo del renombrado escenógrafo y vestuarista Carlos Gianni, quien fue el responsable de despertar la vocación artística en su heredero. 

El joven se crió en las esferas más íntimas del mundo del arte porque su padre se desempeñó en las puestas en escena del Teatro Argentino. Con el correr de los años, aprendió paulatinamente los secretos del oficio y se convirtió en un discípulo prodigio. Así fue como transitó los escenarios, incursionó en numerosas disciplinas y entregó su corazón al ambiente artístico.

Gianni está en constante movimiento y participó de dos obras cumbre para el Teatro Argentino como lo fueron la restauración de la figura de la Virgen María y la realización de una réplica en miniatura del antiguo edificio del teatro.

Un atelier en la cocina

Zacarías Gianni aprendió un oficio poco común: el maquetismo. En 2014 presentó una propuesta a la Fundación Teatro Argentino. Una vez aprobada, el escenógrafo construyó una réplica en miniatura del histórico edificio. Para ello, realizó una exhaustiva investigación y se puso manos a la obra. En el interior de su departamento, en un lapso de nueve meses, improvisó un atelier en su cocina y comenzó la creación de la pieza artística. En ese momento, Gianni trabajó 14 horas diarias para producir en escala 1:100, cuyas medidas son 1,40 m por 1,30 m, con una altura máxima de 0,50 m, el primer Teatro Argentino, cuya arquitectura renacentista fue demolida luego del siniestro de 1977. La maqueta puede admirarse en el vestíbulo del primer piso del edificio.

La Virgen de las cenizas

La efigie resistió el fuego que consumió el teatro en 1977. 

Resguardada en la oscuridad del sótano, fue rescatada por un equipo conformado por Eugenio Zanetti, Sandra Altinier y Zacarías Gianni. Su trabajo y dedicación renovaron la histórica pieza, que hoy luce estupenda detrás de la vitrina del primer piso del lugar.

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