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El místico que escribía policiales

Gilbert K. Chesterton fue un autor británico profundamente religioso que creó a uno de los detectives más famosos de la literatura.

Interés General

22/08/2025 - 00:00hs

Gilbert Chesterton, además de ser uno de los mayores escritores del siglo XIX, era un hombre alto, grueso. Un día caminaba por la calle y todos lo saludaban. Su acompañante, asombrado, le comentó que todos lo conocían. Él dijo: “Algunos me conocen, ¿y los otros que no preguntan quién soy?”. Su característico sentido del humor, su facilidad para el aforismo o el gusto por la paradoja lo convirtieron en un faro para escritores en otros países, como Jorge Luis Borges.

El escritor argentino afirmó que era “un hombre bondadoso y afable” que “pudo haber sido Kafka o Poe, pero valerosamente optó por la felicidad o fingió haberla hallado”. Calificó de encantadores y penetrantes los escritos críticos de Chesterton, y contó que sus primeras novelas aunaban “lo místico a lo fantástico”.

Nacido en el acomodado barrio de Kensington, en el oeste de Londres, y pese a haberse considerado siempre periodista, dejó un centenar de libros en los que quedó constancia de su interés universal por todos los campos del conocimiento, desde la teología a la crítica literaria, pasando por la ciencia o la economía.

En su juventud fue agnóstico, luego se convirtió al anglicanismo encaminado por su esposa Frances Blogg, una anglicana practicante. En ese tiempo conoció al político y religioso anglicano Conrad Noel, que se consideraba un "socialista cristiano" y despertó en Chesterton una preocupación por los temas religioso y social que nunca abandonó. Es una etapa de búsqueda para Chesterton, todas sus indagaciones lo condujeron al deísmo, a las sociedades teosóficas y éticas. Llegó a la conclusión de que no existían las religiones nuevas, y dos años más tarde volvió a la religión de su infancia, al anglicanismo.

¡No destruyas lo que no entiendes! Eso es, en resumen, lo que aconseja una simple regla general llamada la cerca de Chesterton, que sugiere que nunca se debe destruir algo, cambiar una regla o alterar una tradición si no se comprende, en primer lugar, por qué se creó. Declaró que “en materia de reformar cosas, a diferencia de deformarlas, hay un principio claro y simple”. Sugirió imaginar “en aras de la simplicidad, una cerca o puerta erigida a través de un camino”. “El tipo más moderno de reformador se acerca alegremente y dice: ‘No veo la utilidad de esto; tumbémosla’. “A lo que el tipo más inteligente de reformador haría bien en responder: ‘Si no le ves la utilidad, ciertamente no dejaré que lo elimines. Vete y piensa. Luego, cuando puedas regresar y decirme que ves su utilidad, puedo permitirte que lo destruyas’. La idea es que sólo cuando se sabe cuál es el propósito de algo, se puede decidir si aún es necesario, se debe modificar o sencillamente omitir. Según Chesterton, ese principio se basa en el sentido común más elemental. “La cerca no creció allí. No fue creada por sonámbulos que la construyeron mientras dormían. Alguna persona tuvo alguna razón para pensar que sería algo bueno para alguien. Y hasta que sepamos cuál fue el motivo, realmente no podremos juzgar si fue razonable”.

En la introducción a una selección de sus ensayos que el poeta W.H. Auden realizó en 1970 (reeditados en español en 2017 por Acantilado), éste reconocía su alejamiento de la obra del escritor por su reputación de antisemita: "Sigue siendo un baldón lamentable en los escritos de un hombre que, según el testimonio unánime de todos los que le conocieron, era una persona extraordinariamente decente, de espíritu generoso y gran corazón".

Las obras que más hicieron mella fueron unos cincuenta cuentos cortos sobre un detective que era un sacerdote aparentemente ingenuo pero psicológicamente agudo llamado Padre Brown. “La literatura es una de las formas de la felicidad; quizá ningún escritor me haya deparado tantas horas felices como Chesterton”, escribió Borges.

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