cultura
El origen de la escritura abreviada
El argot de abreviaturas que reina en las redes sociales y en los mensajes de celular es de muy antigua data y reconoce una curiosa historia.
Una vez que la humanidad inventó el arte de la escritura, comenzó a meditar en la utilización de signos para abreviarla, que servían para consignar manifiestos, tratados, cartas, artículos, etc. Asimismo, las crecientes actividades financieras reclamaban un nuevo registro. En ese sentido, la taquigrafía se erigió como el primer sistema de escritura rápida que permitía transcribir un discurso a la misma velocidad a la que se hablaba. Para ello se empleaban abreviaturas y caracteres especiales para representar letras, palabras y frases.
Los egipcios y los hebreos, entre otros pueblos, ya habían desarrollado incipientes sistemas de escritura abreviada. Sus orígenes se remontan a la época del historiador griego Jenofente, que se valió de la taquigrafía para transcribir la vida de Sócrates. No obstante, en Roma no tardó en manifestarse la necesidad de disponer de una escritura rápida para registrar los acontecimientos. Y allí aparece la figura de Marco Tulio Cicerón: helenista, defensor de la patria romana, republicano, que reunía todos los privilegios de cuna y de fortuna. Un hombre al que muchos confundían su sequedad del corazón y el noble porte de una belleza que parecía prescindir de los reclamos del mundo.
El futuro emperador había sido enviado a Roma a estudiar derecho con el cónsul Escévola, el primero en establecer que el derecho romano era una disciplina autónoma; también estudió filosofía con Filón, quien había sido director de la Academia de Atenas. Sin embargo, a los 17 años abandonó los libros y fue a pelar bajo la custodia de Pompeyo el grande en la Guerra Mársica, cuando Italia aún no estaba unificada bajo un mismo gobierno, sino que existía una confederación liderada por Roma. En el año 79 a. C., marchó al extranjero, con la idea de retomar sus estudios. En Atenas estudió con maestros de la retórica y conoció a otro notable estudiante romano, Tito Pomponio Ático.
Pronto las opiniones políticas de Cicerón se tornaron más conservadoras, especialmente contra las reformas propuestas por el emperador Julio César. Su éxito partió del hecho de haber sido nombrado cónsul a la edad mínima de 42 años y haber sido, además, el que más votos había conseguido. Durante esa época, Cicerón puso al desnudo el sanguinario levantamiento de Sergio Catilina, fulminándolo en una pieza retórica que pasaría a la historia bajo el nombre de las Catilinarias, y con el peso del poder del Senatus Consultum Ultimum ejecutó a los revolucionarios. Según los escritos ciceronianos: “Los más horrorosos crímenes habían corroído el alma manchada de culpa y remordimientos de Catilina; por ello su tez tornó pálida, sus ojos se inyectaron de sangre, sus andares, ora eran rápidas, ora lentos; en resumen, sus rostros y todas sus miradas mostraban los gestos de la locura”. Cuando el Senado tuvo que decidir la suerte del conspirador y de sus partidarios, la documentación presentada tuvo su origen en la innovación taquigráfica.
A raíz de su triunfo, Cicerón sería bautizado Padre de la Patria. Lo cierto es que, según el historiador y filósofo griego Plutarco, el flamante emperador había ordenado a sus más expertos escribientes que recopilaran lo hablado por medio de determinados signos pequeños y breves, los cuales tenían el valor de muchas letras. De modo que el precursor de la actual taquigrafía fue un esclavo de Cicerón, nacido en la casa del padre del célebre orador, llamado Tirón, a quien el emperador distinguió con un trato especial y le profesaba gran estima, que se manifestaba en la relación epistolar que mantuvo con su insigne colaborador.
En definitiva, Tirón desarrolló un sistema de escritura que permitió recoger textos de cartas y discursos con una exactitud sin precedentes. Finalmente, Cicerón premió a su fiel esclavo otorgándole la libertad. Con el tiempo las “notas tironeanas” se enseñaron en las escuelas y vista su utilidad se hicieron de uso general, y sirvieron para dictar no ya discursos y cartas, sino libros enteros.