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El teatrero que puso los pelos de punta al poder

Darío Fo demostró que la sátira es una de las mejores armas para hacer frente al poder, desnudando sus engranajes y sus mentiras.

Interés General

24/08/2025 - 00:00hs

Es considerado el mejor autor teatral italiano del siglo XX, después de Pirandello. Obras como Misterio Bufo o Muerte accidental de un anarquista avalan esa afirmación. También estaban seguros de eso los jurados que, en 1997, decidieron concederle el Premio Nobel de Literatura. Darío Fo, además de dramaturgo, fue actor, poeta, pintor y militante político. Fue capaz de encarar a los políticos que se benefician del Estado –a Silvio Berlusconi lo llamó “genio de la mentira”- y hasta la mismísima Iglesia Católica fue blanco de sus ataques por sus privilegios e inmunidades. La carcajada de sus obras son un permanente dedo en la llaga.

Nació el 24 de marzo de 1926 en Sangiano -provincia de Varese-. Nieto de un cuentista que revivió los mitos populares de la región de Lombardía y practicó el teatro de marionetas. Su padre era el jefe de la estación ferroviaria local. Dijo Darío Fo: “Nací politizado. Viví al lado de hijos de sopladores de vidrio, pescadores y contrabandistas. Las historias que me contaron eran agudas sátiras sobre la hipocresía de la autoridad y las clases medias”. Su primera obra teatral es “El oficio de soplador produce silicosis, que a menudo se manifiesta con crisis de demencia”, inspirada en personajes que conoció en su infancia. Estudió pintura y arquitectura en la Academia de Bellas Artes de Milán, pero pronto se volcó de lleno por el teatro. A los 28 años se casó con Franca Rame, quien sería su actriz de cabecera en los numerosos espectáculos que montaron en la Comedia del Arte con la compañía l “Darío Fo-Franca Rame”, creada a fines de la década del 50.

Dario Fo no quería ser un bufón pago de la burguesía pero se enfrentaba a una contradicción: “Habíamos provocado al público burgués, lo habíamos abofeteado y, sin embargo, se reían, lo disfrutaban, éramos como sus masajistas”. En 1968 fundó la compañía teatral Nuova Scena –que funcionaba como cooperativa-, que llevaba sus obras a lugares no convencionales como fábricas ocupadas, plazas y cárceles.

En 1984 vino a Argentina a presentar “Misterio Bufo”, en el teatro General San Martín, en la que embiste contra la mafia enquistada en el Vaticano, lo que enardeció a los ultraclericalistas vernáculos. Alguien arrojó una granada de gas lacrimógeno en medio de una función al grito de “¡Blasfemo!”, obligando a suspender la función. En otra función, un grupo de intolerantes fueron a una función al solo efecto de abuchear la obra, pero el público salió en defensa de los artistas, y los agresores tuvieron que desalojar la sala.

La Academia Sueca al otorgarle el más alto galardón, señaló que se premiaba a Darío Fo: “Por seguir la tradición de los juglares medievales, que se burlan del poder restituyendo la dignidad a los oprimidos”. El escritor dijo en la ceremonia que sentía orgullo de ser el primer payaso en recibir el Premio Nobel. Luego de recibir el Premio, comenzó a escribir novelas, la primera de las cuales se llamó “Lucrecia Borgia, la hija del Papa”.

La descripción de la Italia que hizo pocos días antes de morir, es aplicable a muchos países, incluyendo el nuestro: “Hoy Italia se ha convertido en una especie de polenta, todo ha sido mezclado, no hay punto de partida ni de llegada, no hay dignidad, la banca es dios, el dios-banco”. Admiraba al Papa Francisco, y lo consideraba “un revolucionario”, decía: “Ha hecho cosas que no hizo ningún otro. Es un hombre de una altísima honestidad moral y con gran coraje. Ha escrito una gran encíclica, Laudato si. Destaca el amor por los pobres que está en el Evangelio y, sobre todo, habla del otro Francisco, el de 1200, un santo que he estudiado a fondo y que marcó el camino de lo que debe ser un religioso y la forma de recordar a Cristo. El Papa Bergoglio conoce muy bien ese mensaje”. Darío Fo murió a los 90 años en un hospital de Milán, justo el mismo día en que se otorgó el Nobel de Literatura a Bob Dylan.

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