Gabriel Espino, un freestyler en ascenso
Tiene 16 años y ya es una figura relevante del hip hop, un fenómeno en el que los propios jóvenes cuentan quiénes son.
CULTURATiene 16 años y ya es una figura relevante del hip hop, un fenómeno en el que los propios jóvenes cuentan quiénes son.
25/02/2022 - 00:00hs
Gabriel Espino, alias G5, ha hecho de los escenarios su hábitat natural, el lugar donde despliega con facilidad una inventiva instantánea para la rima, para la réplica aguda y la improvisación. Entrevistarlo es una manera de conocer algunas claves de esa expresión cultural creada por los jóvenes y extendida en todo el mundo como una forma de darse a conocer y decir lo que piensan.
—¿Qué recuerdos tenés de La Plata?
—De La Plata me acuerdo varias cosas. En 2019 fui muchas veces, al punto de ir cada 15 días y quedarme a dormir todo el fin de semana.
—¿Cuándo fue la última vez que viniste?
—Creo que la última vez que fui a la Sucre fue la última fecha que gané, hacia fines del año 2020.
—Arrancaste con el freestyle a los 11 años, ¿lo seguís viendo como un juego o la profesionalización te lleva a concebirlo como otra cosa?
—Es verdad que cambia un poco la perspectiva, la visión del juego. Yo cuando arranqué a competir a mí solo me gustaba rapear: no hacía otra cosa literalmente que ir, competir y ranchar con los pibes. Ahora es otra cosa, el impacto emocional es distinto si ganás o perdés. Hay otro nivel de emociones porque se sienten mucho más las competencias cuando te metés tan de lleno.
—¿Cómo convivís con la posibilidad de estar expuesto a la frustración y muchas veces tener más para perder que para ganar?
—El impacto anímico es jodido. Es una cuestión de salud mental, de compromiso y autoexigencia. Cuando tenés un mínimo de compromiso con lo que hacés, es imposible que no te afecte. O sea, si viajo tres horas para ir a una nacional o para una regional y pierdo en octavos, y, la verdad que me pongo mal, llego a mi casa peor y me voy a dormir así. Pero al otro día me levanto y digo: “Che, qué compe habrá hoy”. Yo marco mi ritmo de competición.
—De chico, ¿qué otras cosas te apasionaban además del freestyle? ¿Esas cosas han quedado desplazadas por lo que vivís hoy o lograste que convivan?
—De chico me gustaba el freestyle, la capoeira, el fútbol y la música en general. No fue tan repentina mi entrada al freestyle, pero sí espontánea. Hoy compito con regularidad, en mi casa compongo, hago música y juego al fútbol con mis amigos cada tanto. Pero no da el tiempo para todo.
—Competiste en Perú y España. ¿Qué diferencias notaste con respecto a nuestro país?
—La variedad de estilos, vivencias y realidades que uno se encuentra en una competencia. Vos vas a una competencia en el centro de Buenos Aires y te encontrás un pibe que tiene una estabilidad económica, un techo y va a competir porque le gusta el freestyle, pero también podés encontrarte a un pibe sin laburo y que subsiste todos los días haciendo changas, que cuando puede se pega una escapada a una competencia, y lo que gana se lo ahorra para volver a invertir en una competencia. Esa me parece que es la principal diferencia, las realidades que hay.
—Hay una frase que dejaste en la competencia Perros de Calle y que quizá es la clave de lo que hacés: la necesidad de tener un espíritu incansable.
—Totalmente. El cansancio mata las ganas siempre. Yo creo que el momento en que a un competidor le empieza a ir mal es cuando se empieza a cansar de competir.
—¿Cómo te imaginás en el futuro?
—Rapeando mejor. Es lo que a mí me interesa. Yo en diez años no quiero ser campeón de algo, solo quiero rapear veinte veces mejor que ahora. No tengo idea qué me depara el futuro. Eso lo voy a ir moldeando según el esfuerzo que le ponga y el tiempo que le invierta a las cosas que quiera.
No hay lugar para tibios
En el freestyle se cumple una especie de proverbio: en la mente del principiante hay muchas posibilidades, pero en la del experto hay muy pocas.
—¿Cómo creés que se manifiesta en tu freestyle tu mirada sobre la realidad social y política?
—No lo puedo separar. Las batallas de freestyle son un contrapunto de ideas, son un duelo argumental. A mí me importa más tener razón que ganar la batalla, y si quiero tener razón tengo que saber de lo que estoy hablando. Una batalla de freestyle puede terminar en cualquier discusión, entonces hay que saber un poco de todo. Vos no podés ser un inculto y ser bueno compitiendo, no existe. No podés estar aislado del contexto político de tu país si sos un buen competidor. Yo voy a una plaza y te hablo del presidente, de la política de tu país, y si vos no sabés, estás complicado.
—Y no vale la neutralidad.
—Totalmente, no podés ser tibio rapeando. Para mí, competir es asumir un rol en una discusión. Tengo que estar convencido de lo que estoy diciendo.