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Desde el Servicio Meteorológico Nacional lanzaron un alerta de Riesgo AMARILLO.
Es el más grande y popular de los bailarines que dio Argentina. Su nombre es sinónimo de danza en el mundo entero.
19/07/2021 - 00:00hs
David Foster Wallace escribió alguna vez que, en la actualidad, el deporte de alta competencia requiere una entrega temprana y total a una sola meta. Una concentración casi ascética que logre subsumir todos los otros rasgos de la vida al único talento y objetivo elegidos. Ese singular caso de talento asociado con una inquebrantable voluntad de superación lo sintetiza el más alto exponente de la danza clásica y contemporánea masculina: Julio Bocca.
Nacido el 6 de marzo de 1967 en Munro, provincia de Buenos Aires, heredó tempranamente la vocación por el baile. Su madre - Nancy Bocca- tenía una academia de danzas y cuando él contaba 4 años comenzó a enseñarle sus primeros pasos en el estudio que ella dirigía. El niño prodigio no tardó en destacarse: a los 7 años lo convocaron en la Compañía de Ballet de Cámara del Teatro Colón y, un año después, actuó como solista en un espectáculo dirigido por el mismísimo Flemming Flindt.
El mundo y la vida se componen de una infinita variedad de cosas, pero a Julio Bocca nunca le interesó nada que no tuviera que ver con el baile. La danza es un mundo de gran refinamiento, y él sintió que sólo podía llegar a ser quien soñaba, si crecía respirando esa ingrávida atmósfera de equilibrios perfectos. Todos sus sentidos se afilaban en el disciplinado moldeado de sus músculos; como si, al mismo tiempo, estuviera modelando la forma de su propia alma.
Los aplausos sonaron como suenan cuando se saluda algo extraordinario, inflamados. El miraba las molduras doradas de los palcos; el esplendor delicado de los vitrales; el vértigo colorido de los murales del techo; y las miles de caras que lo miraban con una sonrisa, de pie, dedicándole ese estruendo amable, un aplauso sostenido que jamás se le borraría de la memoria. Julio Bocca tenía dieciocho años y había conseguido lo que ningún otro argentino había podido hasta entonces: ganar la medalla de Oro en el 5° Concurso Internacional de la Danza de Moscú. El “sueño del pibe” se hizo realidad y le dio a su carrera una proyección internacional. En 1986, Mijaíl Baryshnikov lo convocó para ingresar como primer bailarín en el American Ballet Theatre.
Convivir con el prestigio
Julio Bocca fue prestigioso desde muy temprana edad, y eso fue algo que siempre lo molestó. Los requerimientos públicos que aparejó su éxito internacional contrariaban profundamente su necesidad de soledad. Cuando le preguntaron si era más difícil pisar un escenario de gala en Moscú o abrirse en un reportaje, confesó su espantosa timidez: “Estar en esos lugares es difícil, pero me es fácil. Ahí soy yo. Como persona y como todo. Para mí la función más difícil empieza cuando bajo del escenario”.
Esa vocación que parece haber estado desde siempre lo llevó a conocer a grandes maestros como José Parés, Ninel Julttyeva, Karemina Moreno y Wilhelm Burmann, entre otros. A partir de entonces, recorrió el mundo entero, bailó en los principales escenarios, y recibió innumerables premios. Finalmente creó su propia compañía de ballet. Ajeno al glamour que ostentan las estrellas de ballet, el Polaco Goyeneche contó que, al principio, cuando lo veía caminando, creía que Julio Bocca era el que le llevaba el bolso a Julio Bocca.