cultura
La amistad de dos grandes
Ingmar Bergman y Erland Josephson cultivaron una amistad a lo largo de las décadas, compartiendo muchas obras memorables y dejando muchas anécdotas.
"La curiosidad me salvó. Me salvó del miedo, de la ignorancia. Fue lo único, en mi adolescencia, y es lo único, todavía hoy”, definió Ingmar Bergman, a su pulsión vital. Estas palabras las dijo junto a Erland Josephson en la televisión sueca. Bergman tenía ochenta y dos años y Josephson setenta y siete en el momento del reportaje. Bergman no daba entrevistas hacía décadas, pero aceptó porque Josephson sería el entrevistador. Este último era su actor favorito, su amigo desde los veinte años, cuando Josephson tenía apenas quince.
Ingmar Bergman nació en Upsala –Suecia- el 14 de julio de 1918. Su madre –en su diario-, a los pocos días de nacido, lo describió como un “pequeño esqueleto con una nariz grande y roja”. Por su parte, Erland Josephson nació el 15 de junio de 1923 en la ciudad de Estocolmo, en el seno de una familia de artistas y trabajadores de la cultura. Cuando tuvo 16 años, fue actor amateur en la obra El mercader de Venecia , dirigida por el propio Bergman. Luego, a lo largo de su vida, se cruzaría con el director en muchas oportunidades, desde la década del ‘40 hasta la última película que hicieron juntos, Saraband, estrenada en 2003. Aunque hizo casi cien películas y formó parte de los elencos más prestigiosos de teatro de su país, Josephson nunca tuvo una educación formal de actuación.
La relación más formal entre ellos comenzó en los años ‘60, cuando Josephson sustituyó a Bergman en la dirección del Teatro Real. A partir de ese momento, estrecharon un fuerte vínculo personal, además del profesional que ya existía. A raíz de la muerte de Bergman, en 2007, Erland Josephson se refirió con mucho cariño al director y a la relación de amistad que los unía. En aquella oportunidad, el actor dijo a un diario sueco: “Estoy, por supuesto, muy conectado a él. Hemos tenido juntos una vida emocionante, interesante y muy divertida, aunque pasábamos largos períodos sin vernos”.
Juntos escribieron obras de teatro y las dirigieron, compartieron responsabilidades (Josephson sustituyó a Bergman al frente del Dramaten, una de las instituciones teatrales más importantes de Europa) y fueron, respectivamente,o director y actor en innumerables películas, entre ellas Fanny y Alexander, En presencia de un clown, Gritos y susurros y Escenas de la vida conyugal. El notable intérprete señaló: “También nos hemos dejado de ver muchas veces, pero los conflictos son buenos para la amistad”.
“Después de tantos años, Ingmar conoce todos mis límites como actor y yo conozco todos sus anhelos como director. Para mí, sus complejidades no son tan complejas. El tiene mucho sentido del humor”, aseguraba Josephson. Autor de media docena de novelas y de obras de teatro, Josephson , de cuando en cuando se retiraba de la actuación para entregarse de lleno a la literatura.
El último trabajo en teatro de Erland Josephson fue El rey de Ivonne, princesa de Borgoña, de Witold Gombrowicz, una obra llena de infantilismo y crueldad: “Es de mis obras favoritas, un ejemplo de lo que ahora me gusta hacer. Es una obra brillante.
Pero igualmente necesito alejarme de la actuación. Es un riesgo actuar demasiado, es una profesión extraña, se puede malgastar el gesto y agotar los recursos. Yo tengo mis expresiones para el amor y para el dolor, y a veces me asusta cómo se puede uno acercar a la prostitución mental al despilfarrar esos recursos. Necesito protegerme de eso y retirarme para luego volver limpio. Es sólo una defensa.”
Cada vez que Bergman necesitó hablar en su vida, lo hizo con Josephson. Uno se imagina a Josephson a lo largo de los años levantándose de la cama calentita en Estocolmo, poniéndose el gabán y diciendo a la beldad de turno que dejaba entre las sábanas (Josephson se casó más veces aún que Bergman, lo que constituye un verdadero récord): “Me voy a Färo. Ingmar necesita hablar”.