Juliette Drouet fue considerada una de las mujeres más bellas de su siglo, estuvo en el ojo de la tormenta de acontecimientos que sacudieron a Francia.
Descrita como una de esas mujeres que simbolizan la belleza de un siglo y educada en un convento parisiense, no tardó en llamar la atención desde su juventud, lo que le valió ser la amante de diversos artistas y personalidades destacadas: el escultor James Pradier- de quien tuvo una hija-, el escritor Alphonse Karr, el empresario teatral Isser Harel, entre otros. Éste último, no obstante, acabó por contratarla como actriz para trabajar en Bruselas y París; interpretó el personaje de la princesa Negroni en el drama de Victor Hugo y así conoció al poeta. La gratitud por él, cuyo amor le devolvió la dignidad y la inmensa admiración que sentía afianzaron en ella una fidelidad sin tacha.
Luego del golpe de Estado por parte del sobrino de Napoleón - el famoso conquistador-, Víctor Hugo, ferviente defensor de la República, fue amenazado de muerte. Fue precisamente Juliette Drouet quien lo empujó al exilio. Ella no estaba interesada por las palabras de políticos ni por el poder. Desde hacía varias décadas los regímenes se sucedían y no se parecían. “Tienes que abandonar París, tu vida está en peligro”. “Nuestras ideas peligran más”, le contestaba Víctor Hugo, la mirada rutilante por esa mezcla de ira y de pasión que tantas veces Juliette había visto. Ella replicó: “Cavaignac, Lamoriciére, Changarnier y Thiers fueron encerrados en la prisión de Mazas. Y para ti será peor. El duque de Morny, nombrado Ministro de Interior, le dijo al coronel d’Espinasse que si te encontraban vivo los soldados podrían hacer lo que quisieran contigo!”. Victor Hugo porfíó: “Entonces no corro ningún riesgo, ese imbécil de Morny tiene tan poco olfato como convicciones”.
Juliette Drouet había nacido en 1806 y conoció la caída de Napoleón, la Restauración, la revolución de los Tres Gloriosos, la monarquía de Julio y ahora el golpe de Estado del sobrino de Napoleón, Louis-Napoleón Bonaparte, el príncipe presidente que venía de derrocar la 2da. República para resucitar al Imperio. Sin embargo, todo eso le importaba poco, ella buscaba al hombre que amaba. Sentía que estaba en peligro, que se dejaría llevar por sus convicciones. Víctor Hugo no era solo el escritor más importante y grande que Juliette hubiera conocido, era también diputado y uno de los más opositores con más peso al gobierno francés de entonces. Juliette sabía que su hombre iba a reunirse, en la rue Blanche, con los diputados de izquierda que estaban a cargo de la organización de un comité de resistencia. Había escuchado hablar de fusilamientos en donde había habido unos 200 muertos en el este de París. Los soldados habían disparado contra la multitud. Pese a que ella era una joven actriz sin gran talento ni ambición, Víctor Hugo, le había otorgado a Juliette el mejor papel de su vida. La convirtió en su amante, su musa, su compañera, su inspiradora. La vida de Juliette tuvo un gran cambio el 6 de febrero de 1833 cuando preparaba el papel de la princesa Negroni en el drama Lucrecia Borgia. Su autor le declaró su amor y ella se entregó a él en la noche del 16 al 17 de febrero en el camarín de la actriz Mademoiselle Mars.
Las palabras que el autor de Los Miserables le escribió en una de sus cartas la seguían emocionando muchos años después de haber sido leídas por primera vez: “El 26 de febrero de 1803 naci a la vida, pero el 17 de febrero de 1833 nací en la felicidad de tus brazos. La primera fecha no es nada más que la vida, pero la segunda es el amor. Amar es más que vivir”. A ella no le interesaban las otras aventuras de Víctor Hugo, el caso de Leonie d’Aunet con la cual mantenía una seria relación desde 1844. Aceptaba todas las humillaciones del hombre que había elegido adorar.
Juliette Drouet murió en París el 11 de mayo de 1883 a los 77 años. La familia de Victor Hugo le disuadió de asistir al funeral de Juliette, preocupados por el qué dirán.