Sigilosas, el último libro del platense Adrián Ferrero, es una obra ineludible que reúne entrevistas a 30 autoras argentinas, donde profundiza en el arte de escribir.
John Cheever prefería decir “componer” antes que “escribir”: “Estoy componiendo una novela, por la mañana he terminado de componer un relato”, decía cuando hablaba de su labor. Así trazaba un paralelo entre su oficio, la escritura, y la música, un arte que no ejecutaba, pero sí admiraba y disfrutaba como ninguna otra cosa. Esta referencia es ideal para pensar Sigilosas, el libro de entrevistas a escritoras argentinas contemporáneas realizado por el escritor y crítico Adrián Ferrero.
Las entrevistas, que ahora son compiladas en un tomo, pero que primero aparecieron publicadas en revistas académicas, tienen un tono y una musicalidad que las hermana. Lejos de la monotonía, del cuestionario monocorde, cada uno de los diálogos propone diferentes puntos de entrada a las obras de las treinta narradoras. Al interior de los reportajes hay cadencias, momentos en los que sube la tensión, momentos en los que el tono se distiende y, sobre todo, hay rigurosidad en la ejecución. Los abordajes, las preguntas precisas, la cita de títulos y fragmentos, la mención de relatos, novelas y ensayos no solo dan cuenta del minucioso estudio previo del entrevistador, sino que, a su vez –y aquí una de las grandes virtudes del libro–, este aspecto pone a funcionar un poderoso artefacto que dispara a quemarropa: dispara otras lecturas y aviva la curiosidad de un lector que, tras concluir una y otra, y otra, y otra entrevista, siente la avidez de leer.
Hay quienes dicen que una entrevista lograda es aquella que no parece una entrevista, sino más bien una conversación, y esta premisa es la que parece haber signado el trabajo de edición, corrección y ordenamiento textual del platense Adrián Ferrero, doctor en Letras, escritor y crítico literario. El trabajo dedicado de Ferrero borró las costuras; lo calculado y lo espontáneo, tan necesario uno como el otro en toda entrevista, son caras de una misma moneda en estos diálogos. Por otra parte, lo que quizá podría reclamársele al autor es que no están consignadas las fechas en las que se realizó cada entrevista, lo que le otorgaría al lector un marco más preciso para ingresar a los reportajes.
En las páginas de Sigilosas, las prolíficas escritoras que integran este compendio le confían al entrevistador, entre otras cosas, cómo y cuándo entraron a la literatura, cuál es el origen y cómo se gestan sus ficciones, qué métodos y circunstancias prefieren para encarar sus escrituras, cómo infieren las condiciones materiales y los contextos en sus obras, y para qué están los talleres de escritura. Así, por ejemplo, María Teresa Andruetto dice que en tercer grado empezó a contarles a sus compañeros historias que leía como si fueran propias; Liliana Bodoc, por su parte, sostiene que leer ficción es un acto “libertario” y desarma la frase “leer no sirve para nada”, sobre lo cual afirma: “En realidad, no sirve para nada más que para hacernos humanos”. En tanto, Esther Cross dice no saber si los libros sitúan al lector ante problemas, pero sí está segura de que lo sitúan frente a preguntas. En otro orden, Inés Fernández Moreno explica por qué para ella “escribir es una forma de pensar” y, por su parte, Tununa Mercado expresa que le “costaría mucho” decirle a alguien que no lo puede ver porque está escribiendo, “nada importante yo dejaría de lado por pensar en términos de un libro, una novela”.
No hay una fórmula para hacer entrevistas como tampoco las hay para escribir. Quienes busquen esto, absténganse de entrar al libro. Tal vez la esencia de Sigilosas esté en una respuesta de Liliana Heker tras una pregunta de Ferrero: ¿cómo hace un escritor o escritora para no congelarse en una fórmula? ¿Es difícil conquistar una identidad y al mismo tiempo mantener la idea de la escritura como un desafío? “Yo no sé qué es conquistar una identidad –asevera Heker–. Una es quien es y se va reconociendo y rechazando y modificando hasta donde le dé el cuero. La escritura es siempre un tembladeral”.