La ofensiva fallida que acabó con Montoneros

En octubre de 1978, la conducción nacional de Montoneros decidió el inicio de una contraofensiva estratégica. La jefatura guerrillera pronosticaba un aumento de la conflictividad sindical para 1979 y pretendía dirigirlo disponiendo la entrada clandestina de militantes desde el extranjero para realizar atentados y acciones de propaganda en el país. Consideraban que la dictadura no había logrado “aniquilar a la subversión”, según los plazos que se había propuesto en su plan de operaciones, y que existía la posibilidad de derrotarla militarmente.

Esa alucinada empresa guerrillera se llamó “la contraofensiva”, y es relatada en todos sus detalles por Hernán Confino, doctor en Historia de la Universidad Nacional de San Martín y becario del Conicet.

Uno de los preparativos de la contraofensiva fue la convocatoria y el entrenamiento de las y los militantes que habían escapado de la represión y vivían en el extranjero. Para el reingreso al país, Montoneros organizó a los militantes en pequeñas células incomunicadas entre sí, divididas según el tipo de participación que les sería asignada: unos, realizando interferencias televisivas con proclamas; otros, ejecutando atentados contra funcionarios del equipo económico de Martínez de Hoz.

El primer atentado de la contraofensiva fue el jueves 27 de septiembre de 1979, en el partido de Vicente López, y el destinatario fue el domicilio de Guillermo Walter Klein, secretario de Coordinación y Programación Económica de la dictadura.

Pese a que la expedición ­guerrillera fue prácticamente diezmada, la conducción juzgó positivamente el resultado de la contraofensiva de 1979 y decidió organizar su continuidad para 1980. Si algo deja en claro este libro, es que la falta de sintonía entre la organización guerrillera y el pueblo a quien decía representar no podía ser mayor ni más irreparable.